7. Genesis

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"I need your touch

This is getting serious

Tell me that it's not the end of us

How can we go back to the beginning?"


El viernes por la tarde decido volver a mis rutinas, a la normalidad. Me visto con ropa deportiva negra y a las ocho salgo a correr. Con la gorra que me regaló puesta me recorro todas las calles del centro del pueblo, como solía hacer. Necesito estar distraída para no pensar en lo que ha pasado hoy. Las imágenes acuden a mi mente todo el tiempo. Se repiten una y otra vez como si mi cerebro estuviera reproduciendo una película, con imágenes nítidas y sonidos muy claros. El sonido de la última patada contra su cuerpo me produce escalofríos. Nunca me había sentido tan mal en mi vida. Creía que me iba a dar algún tipo de ataque. Estaba temblando, estaba mareada, y muy asustada. Han pasado unas cuantas horas desde que pasó y me sigo preguntando cómo se encontrará. Espero que esté mejor, que no haya hecho grandes esfuerzos y que todo se quede solo en un gran susto. No me puedo creer que exista gente así, con tan poco corazón y con tan poca empatía. Solo es un chico. Solo es un niño de dieciséis años, que cometió un error, que no se merece estar jodido de esa manera. Solo es un niño... Solo es un niño... ¿Dónde está la humanidad de un tipo que golpea a un chico de dieciséis años como si fuera simplemente una bolsa de basura?

Me aparto las lágrimas con las manos y sigo corriendo, más rápido. Tengo que dejar de pensar en eso, urgentemente.

Cuando paso por la cancha no puedo evitar pararme. No hay nadie, como siempre. Me acerco y me dedico a dar un paseo melancólico recordando nuestros momentos en el lugar. Cuando jugamos a baloncesto, cuando nos sentábamos en el suelo solo para hablar y las horas se nos pasaban volando. Casi puedo vernos ahí, apoyados en esa pared gris, con su brazo por encima de mis hombros. Está con la capucha puesta, una sudadera negra, y la mirada azul perdida en algún punto de la pared de enfrente. De alguna manera este siempre será nuestro sitio.

Al llegar a casa mi madre no tarda en manifestar su alegría por verme otra vez con mis rutinas. Incluso ella misma exprime unas cuantas naranjas y me ofrece el zumo. Luego me voy a la ducha, poniendo el agua casi a temperatura máxima, y me paso un rato muy largo dentro. Me quema en la piel, pero de algún modo también me alivia, y me relaja.

Las imágenes de la sangre, en el suelo, en su camiseta, vienen a mi mente. La herida de su labio, sus manos apretando contra su estómago como si así pudiera sanarlo.

Para, Carter. Está bien. Estaba bien cuando te fuiste. Se recuperará pronto. Mañana. Mañana solo le quedará algún morado, la cicatriz pero el dolor ya casi habrá desaparecido.

Decido que ya es hora de salir y cierro el grifo. Limpio el vapor de agua del espejo y me hago una foto con la toalla enrollada al cuerpo, el pelo húmedo y cayendo por mis hombros. No hago nada con ella. Solo la dejo ahí en mi galería, porque ya no hay nadie a quien enviársela.

Voy a mi habitación para vestirme y cepillarme el pelo y me dirijo a la cocina. Hay platos con comida sobre la mesa.

—¿Son huevos revueltos? —pregunto, acercándome y olisqueando como un ratón.

—Soy toda una chef.

Sonrío y me siento rápidamente.

—A mí me encantan, así que por mí están perfectos.

Ambas comenzamos a comer.

—¿Buen día hoy?

De hecho ha sido todo lo contrario a bueno.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora