38. Flicker

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"There's a light in the dark

Still a flicker of hope that you first gave to me..."


Permanezco sentada en la silla, pegada a la pared, mientras observo la escena que tengo delante. Louis le da la mano a su madre y ella simplemente mira hacia algún punto de la habitación. Muchas veces parece como si no estuviera presente, como si su mente estuviese en otra parte. Desconozco si se debe a posibles calmantes o medicación, o si en realidad es así como la ha dejado la enfermedad.

—No quiero que sienta que la he abandonado.

—No la estás abandonando —le llevo la contraria. Desde que nos han dado la noticia él también parece como ido.

—Es una liberación —habla despacio, acariciándole la mano—, pero también es culpabilidad por llamarlo liberación.

Me levanto y me acerco a su lado. Apoyo una mano en su hombro.

—No puedes castigarte de esa forma —insisto—. Solo tienes 16 años.

Me coge por la mano que tenía sobre su hombro y tira suavemente de mí para quedar sentada sobre sus piernas. Me rodea la cintura con el brazo.

—Iré contigo a visitarla —añado.

Me resulta un poco simbólica la escena, que nos esté sujetando a las dos.

—No quiero irme con mi padre.

Mierda. No había pensado en eso.

—Pero... —murmuro, tratando de encontrar una alternativa, sin embargo, no se me ocurre nada.

—Me mandarán con mi padre, Carter. Soy menor de edad.

No quiero ni imaginar cómo cambiará todo si eso ocurre. No tengo ni idea de dónde vive su padre pero lo que sí sé es que la relación entre ellos dos es casi un infierno.

—Qué egoísta soy. Mi madre por fin tendrá los cuidados que necesita y yo estoy pensando en qué pasará conmigo.

Dejo caer la cabeza sobre su pecho, para estar más cerca de él.

—Puedes venir a mi casa siempre que quieras. Legalmente estarás con tu padre pero mi madre dejará que pases allí el tiempo que quieras.

Escucho que resopla.

—De todas formas, no sabemos cuándo ocurrirá. Quizá falte mucho para eso. —No sé si lo que digo es esperanzador o todo lo contrario, pero no se me viene a la cabeza nada mejor.

Al cabo de unos minutos aparece un enfermero con la bandeja de la merienda. Nos mira con desconfianza, quizá por vernos tan jóvenes, pero no comenta nada. Interactúa con dinamismo con la madre de Louis, a pesar de que esta no responde a nada de lo que le dice. El hombre se marcha y su madre empieza a comer en silencio. Me siento un poco incómoda así que me levanto y me apoyo en una pared, más alejada. Él se pone de pie y viene hasta mí.

—Puedes irte. —Me acaricia el pelo—. No me gusta que estés todo el día en un hospital por mi culpa.

—Sabes que mi día ya es bueno solo por estar contigo.

Se le escapa una sonrisa breve. Me coloca el flequillo, como suele hacer.

—Pero tienes cosas que hacer. No quiero que te sientas obligada a estar aquí. Ya me acompañas bastante.

—¿Me estás echando? —bromeo.

—No, claro que no. —Vuelve a sonreír—. Solo digo que puedes irte a descansar. Además, así me quedo un rato a solas con ella, que creo que lo necesito.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora