33. Hold on

514 61 13
                                    

"So you just gotta hold on

All we can do is hold on..."


La ambulancia llega y, por suerte, su madre no se ha movido del lugar. Enseguida bajan tres personas: dos hombres y una mujer, y van hacia ella. Se agachan hasta quedar a su altura y comienzan a hablarle, aunque desde aquí no escucho sino que palabras salteadas. Nosotros observamos la escena como si fuéramos ajenos a todo. Pronto uno de los hombres, el más joven y menos barbudo, se acerca a nosotros. Sin saber a quién dirigirse, pide que le expliquemos lo que ha ocurrido. Yo miro a Louis y se lo dejo todo a él. Le cuenta que tiene alzheimer y que no sabe qué ha pasado pero que se ha puesto a gritar y a llorar...

—Eso explica bastante —comenta el hombre, mirando a los otros dos que siguen intentando calmarla—. No las llevamos para que la revisen. Tal vez necesite medicación para mantenerla tranquila.

Me fijo en el rostro de Louis y observo una mueca de decepción más. Entonces recuerdo sus palabras, que todo lo solucionan con medicación, y por un instante comprendo lo que puede sentir. Pastillas para dormir, para que tenga apetito, para que se tranquilice... Está completamente controlada con pastillas, y eso es tan triste... para ella y para él.

—Voy con ella —salta Louis, que de pronto parece decidido, como si el shock de antes hubiera desaparecido.

—Está bien. Solo puede ir uno. —Me mira a mí con cierta pena—. Espera... ¿Cuántos años tienes?

Los dos nos quedamos mirando a Louis, mientras sé perfectamente que su mente debate sobre si mentir o no mentir.

—Dieciséis —responde finalmente, habiendo elegido decir la verdad y fastidiarse.

—Entonces busca a un adulto. No podemos hacernos cargo de ti.

Sin necesidad de sacar la camilla, la convencen para que entre por su propio pie. Parece más calmada, no llora... pero su cara sigue roja y en su mirada se refleja la misma angustia de antes. Louis camina hacia ellos y yo le sigo, aunque a una cierta distancia.

—Pero es mi madre —protesta.

—Me temo que no puedo hacer nada, chico.

La mujer se queda con ella, cierran las puertas y caminan hacia los asientos delanteros.

—Nunca nadie puede hacer nada.

Ninguno de los dos parece escucharlo.

—Busca a un adulto y vete a la zona de urgencias. Estará allí.

Cierran las puertas, el motor se pone en marcha y el vehículo se aleja rápidamente. Nos hemos quedado solos en la calle y todo vuelve al silencio. Antes de que ninguno de los dos pueda decir algo, me voy dentro y llamo a mi padre de inmediato. Que mi padre salga de su propio negocio por una emergencia me parece una mejor idea que mi madre tenga que pedirle permiso a su jefa para irse del trabajo. Quiero evitarle problemas, así que decido que hoy mi opción es mi padre. En menos de un minuto le cuento lo que ha pasado y me promete que llegará aquí enseguida.

Cuando me asomo por la puerta, veo que él también tiene el móvil pegado a la oreja. Me pregunto a quién llamará, si literalmente y con mucha tristeza que me da decirlo, no tiene a nadie.

—Contesta, hijo de puta —murmura por lo bajo.

—¿Qué haces? —le pregunto, para que sepa que estoy aquí, escuchando y observando.

—Llamar a mi padre —responde, bajando el móvil, rendido—. No sé para qué lo hago. No responderá. Probablemente mis últimas palabras hacia él hayan sido algo como capullo de mierda.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora