Capítulo 2- Intriga.

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Cepeda

La seguí con la mirada, intentando abrirme hueco en su expresión, su manera de moverse, intentando saber más de ella. Donde Amaia había sido todo efusividad, abrazos, risas y anécdotas de su vida, Aitana era como un animal herido que tiene miedo a acercarse demasiado.

Mi bolsillo comenzó a vibrar sacándome de mi ensoñación.

-Diga –dije sin apartar aún la vista de ella.

-Madre mía, por fin, llevo 1 hora mandándote WhatsApps, estás ilocalizable.

-Graciela –me giré y subí rápido a la habitación- perdona, estaba conociendo a las nuevas compañeras, por eso no estaba atento.

-¿Nuevas compañeras? ¿Todo en femenino? Qué maravilla.

No estaba de humor para sus ironías. Puse los ojos en blanco y me ahorré decir la primera respuesta que me vino a la mente, por intentar evitar la inevitable discusión que sé que se me venía encima. Con Graciela últimamente todo eran discusiones, no llevábamos ni un año juntos y aun así me costaba recordar la última vez que pasamos más de dos días sin problemas.

-Sí, Graci, nuevas compañeras todo en femenino, Ana y Miriam también son mujeres y no recuerdo que seas tan intensa con ellas.

-Ya, Ana y Miriam tienen pareja, y espero que tú recuerdes que también, y que lo lógico es atender a tu novia y no a tus putas compañeras de piso nuevas.

Y me colgó. Y me quedé que con una cara de bobo que no podía con ella. No entendía en qué momento había hecho algo tan grave como para recibir ese tipo de palabras cada día, mínimo dos veces. Sabía lo que tenía que hacer, sabía que quería hacerlo, simplemente no lo hacía, porque si me permitía perder a Graciela, realmente mi vida terminaría de irse a la mierda.

La relación con mis padres nunca había sido estrecha, los quería y ellos a mí, ambos lo sabíamos pero nunca lo decíamos. Mi hermana llevaba en Méjico más de dos años, con su marido y su vida consolidada, lejos de mí. Tampoco es que yo subiese a Galicia mucho, normalmente por trabajo. Esa era otra...el trabajo. Llevaba prácticamente desde que acabé la carrera en la ONG, de captador. Joder yo había adorado mi trabajo, me levantaba con ganas, incluso creaba canciones para que la gente se fijase más en mí y no fuese todo soltar el rollo como los anuncios de teletienda.

Unos golpes en la puerta me hicieron dejar de pensar.

-Adelante –dije contrariado.

Amaia apareció con su imborrable sonrisa detrás de la puerta, sonreí invitándola a entrar.

-¡Hola!, espero no estarte interrumpiedo –echó un vistazo a la guitarra sobre la cama y el montón de papeles alrededor- ¿te he interrumpido? Buah perdona, si es que soy super inoportuna.

Me empecé a reír como hacía tiempo que no lo hacía.

-No interrumpes, de todas formas no estaba consiguiendo nada productivo.

-¿Eres músico? ¿Sois todos músicos en esta casa o qué?

Supuse que se habría puesto al día con el resto ya, que Roi le habría contado que lleva años trabajando en una orquesta, que Miriam trabaja en una tienda de ropa para costearse vivir aquí y poder buscar castings para grupos y bandas y que Ana iba poco a poco saltando de musical en musical. Mi casa era como una partitura, y cada uno en su particular acorde la llenaba.

-No, no soy músico. –dije sonriendo- Me encantaría serlo, pero me conformo con ser autodidacta y escribir trozos de canciones baratas y malas.

-Quiero escuchar alguna –lo dijo con los ojos muy abiertos, emocionada, como si lo que hiciese fuese magia y no música de mierda.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora