Capítulo 41- ¿Qué haces fumando?

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Aitana

Mantengo la compostura de la mejor forma que sé durante toda la cena, mantengo mi mirada en el plato y en mis amigos, intentando no girar hacia sus ojos. Está igual de guapo que la última vez que le vi, cuando me giré susurrando un adiós inteligible y abandoné la casa sin mirar atrás.

No había existido una noche desde ese momento en la que no me hubiese cuestionado mi decisión. ¿Por qué no fui capaz de creerle, de quedarme, de escucharle, de intentarlo? Dejé de torturarme cuando me enteré de con quién había rehecho su vida, era imposible que ese beso hubiese nacido únicamente de Carlota, él no estaría con ella de ser así.

Tremendo cabrón Luis Cepeda.

Las dudas me asaltaron de nuevo alrededor de una semana atrás, cuando Miriam vino a casa y sacó el tema de conversación de esta fiesta.

-¿Hablaste con Mimi de los invitados? –así, sin anestesia.

-Sí –dije –sé que viene y que ella también.

Asintió y resopló con fastidio. De todos ella era con la que menos había hablado del tema, no terminaba de entender su posición, y aunque era algo que me intrigaba nunca quise preguntarle. Hasta ese momento.

-¿Pasa algo?

Vi en sus facciones una lucha interna, como si su boca quisiese abrirse y soltarlo todo pero algo en su interior estuviese reteniéndola.

-Pasa que me parecéis imbéciles –su tono de voz era duro.

Alcé mis cejas y observé cómo perdía el pulso en su interior dejándose ganar por sus instintos y por las palabras que ahora brotaban sin medida de su boca.

-Os queréis joder. Dejasteis que todo se fuese a la mierda por no hablar las cosas, por cabezonería. No sé si es egoísmo o miedo al dolor pero estáis tirando por la borda algo precioso.

-Yo... -empecé –él está con ella.

Había empezado con intención de admitir mi parte de culpa, pero no me permitía sentirla, no sabiendo que ahora ella ocupaba mi lugar.

-Lo sé –admitió –y él sabe que me parece absurdo su comportamiento, sabe que no le apoyo en lo que hace. Es que ambos hicisteis de esto una montaña con pequeños actos. Él te mintió en el viaje, tú le metiste en la cabeza que la quería a ella, luego ella se hizo ilusiones y le besó y él fue tan tonto de no apartarse lo suficientemente rápido. Para cuando te alcanzó ya tenías en tu cabeza que te ibas y él reaccionó como un crío dolido aferrándose al primer clavo ardiendo que encontró creyendo que así estaba un poco menos solo. Menos perdido. Y NO ES ASÍ, JODER.

Mis ojos se cristalizaron. Quizá por el dolor de sus palabras, sabiendo que todas eran ciertas, quizá porque me dolía ver que le afectaba tanto como para tener los puños cerrados y haber alzado la voz hasta ese punto. Miró mi expresión y suavizó la suya al verme.

-Lo... lo siento Aiti. Es que yo rompí mi relación por un error, uno de verdad. Lo vuestro es una suma de errores en los que ambos habéis influido. Y ahora jugáis a ver cuál es más grave para cargar con la culpa al otro.

No volvimos a hablar del tema, pero pensé cada día en sus palabras. Quizá fue eso lo que me llevó a ponerme el vestido que usé en el concierto de EnClave, quizá si lo llevaba podía recrear la sensación que sentí ese día.

Varios postres después, con regalos de por medio y felicitaciones alrededor de unas velas improvisadas decidimos abrir el minibar. ¿Qué era una fiesta nuestra sin botellas de por medio?

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora