Capítulo 3- Caos.

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Aitana

-¡Eres idiota, Aitana!

Acababa de chillarme a mí misma en medio de la calle. Estaba segura que una madre que iba paseando con sus hijos se había girado a mirarme, probablemente pensando que estaba loca. Igual lo estaba.

Llevaba andando unos veinte minutos, Google Maps en mano, serpenteando calles que no conocía de nada para llegar a la que sería mi facultad los próximos meses. Era una tarde tranquila y soleada, de principios de septiembre. Había gente disfrutando de los últimos días de calor y vacaciones, comiendo helados, jugando en parques, lo típico en una tarde de domingo.

DOMINGO, me repetí a mí misma, los domingos las facultades NO están abiertas, Aitana. Había hecho el paseo en vano, pues no podría conocer el interior, ni recoger el horario, nada.

Estaba a punto de dar media vuelta y desandar lo andado cuando un cartel llamó mi atención, estaba pegado en la enorme puerta de cristal del edificio.

"SEMANA DE NOVATADAS UNIVERSITARIAS: ACUDE A LA FACULTAD CADA DÍA A LAS 11:00 AM PARA CONOCER A TUS VETERANOS Y FUTUROS COMPAÑEROS EN ESTA AVENTURA. DIVERSIÓN ASEGURADA, NOVATILLOS"

Genial -pensé- una semana entera de fiesta y cachondeo, justo lo contrario a lo que yo quiero hacer en la vida. Aunque pensándolo en frío era mucho mejor, no tenía intención de ir a ninguna de las fiestas, pero eso me daba una semana sin clases para poder adaptarme del todo.

Como buen domingo por la tarde, todos los super y tiendas estaban cerrados y no pude seguir adelante con mi idea de hacer la compra para esa semana -no había llegado a entrar en la cocina de mi casa, así que no sabía cómo tenían organizadas las comidas- aunque tampoco me importaba, planeaba ir por libre con eso también.

Volví a casa ya de noche después de una tarde perdida dando vueltas por la zona, y al llegar a la puerta fui consciente de que no podía abrirla.

-En serio, Aitana, es que eres la hostia. Vaya puta mierda de día, joder.

Había salido tan rápido que no había cogido llaves, aunque tampoco sabía siquiera si había un juego para mí.

Pulsé el timbre rezando por que hubiese alguien en casa.

Silencio.

Volví a llamar acompañando el sonido con golpes en la puerta.

Nada.

-Por favor esto tiene que ser broma, ¿HAY ALGUIEN? -seguía aporreando la puerta.


Cepeda

Llevaba el tiempo exacto de una hora y media discutiendo a voces con Graciela. Se había presentado en casa mientras Amaia y yo terminábamos de ver la película y no sólo la había chillado como si fuese una cualquiera, sino que cuando el resto llegó a casa no pude salir a cenar con ellos por su culpa.

Estaba sentado en la cama, mirando al frente. Hacía un rato que había dejado de prestar atención a lo que decía, podía ver por el rabillo del ojo cómo gesticulaba y seguía gritando, pero ya me daba igual lo que dijese. La realidad es que no sabía por qué seguía allí.

-Creo que deberías irte -dije finalmente.

-¿QUE DEBERÍA IRME? ¿TÚ ESTÁS ESCUCHANDO ALGO DE LO QUE TE ESTOY DICIENDO?

-No -dije sinceramente, intentaba controlar la ira, pero sabía que iba a explotar- hace un rato que ha dejado de interesarme. Estoy cansado de los gritos, de los reproches, de no poder dar ni dos putos pasos sin que te moleste algo en el camino. Estoy CANSADO de esta relación, de estar contigo y de ti. Así que hazme el favor de irte a tomar por culo de mi habitación y de mi casa, y no se te ocurra volver a hablar NUNCA más a Amaia de esa forma.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora