Capítulo 42- Principios.

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Cepeda

Principios. Quizá es una de las palabras que mejor define mi vida. Los principios que mis padres me dieron al nacer y que he intentado tener por bandera todos estos años, siendo fiel a mí mismo y a lo que creo y siento. Principios como nuevas oportunidades en la vida, cuando salí del pozo de la rutina y me aventuré a apostar por mi pasión, dejando fuera gente que más que sumar no solo restaba sino dividía. Principios cuando abracé ese cuerpo pequeño y susurré en su oído que siempre estaría a su lado, o delante para evitar el golpe.

Y ahí fue donde fallé. Alejándome dos meses de su vida y fallando por ende todo lo que un día aprendí de pequeño, todo lo que forjé durante estos años. Quizá debía pedir perdón a mis padres por esto también.

Pero por alguna razón que aún desconozco la vida me había dado otra oportunidad. Aunque realmente fue Aitana, pero ahora sé que no hay vida sin ella, así que es equiparable.

Cuando volvimos al salón supe que llevábamos escrito en la frente que aquella hora en la terraza había cambiado todo, que ahora todo era distinto, otra vez. Y sonreí como cuando te dan el aprobado del examen más difícil de tu vida, cuando te dicen que sí a un plan que adoras o cuando alguien te hace tu comida favorita de sorpresa.

Pero había daño hecho y errores que enmendar, y un puñado de palabras entre lágrimas ahogadas no era suficiente para que ahora se retomase todo donde se dejó. Principalmente porque no se dejó en una buena situación y había que forjar de a poco de nuevo. Por el principio. Primero se gatea, luego se anda y al tiempo consigues correr.

Por eso al volver a casa y darme una ducha que despejó un poco el embotamiento de mi mente decidí ponerme el pijama e ir a verla. Me sentí despertar, ¿era posible que hubiese estado dormido esos últimos 60 días? Lo vivido ahora parecía un mal sueño, si se miraba con perspectiva. Un mal sueño donde el principal culpable había sido yo.

Toqué despacio a su puerta y se abrió de inmediato, casi como si hubiese estado sentada en el otro lado esperando el momento, anticipándose a mis movimientos.

-Holi –sonreí.

Se apartó dejándome paso, volviendo a abrirme las puertas de la jaula donde ambos construimos una vida para nosotros, dejando fuera lo malo y abrazando que aquí éramos solo nosotros contra el mundo.

Me senté en la cama y la observé tomar asiento a mi lado.

-Quería decirte algo, aunque sé que esta noche me estoy pasando con los sermones.

La risita que dejó escapar me sumó minutos de vida.

-Echaba de menos eso también –la miré confundido –ya sabes, que seas de pocas palabras pero como te inspires te salgan todas de golpe.

Cogió mi mano acariciando con el pulgar el dorso de la misma, en un juego de círculos dibujados que encendían cada parte de mí.

-He pensado dormir en mi habitación –dije de golpe.

Asintió sonriendo con la mirada y besó mis labios suavemente, calmando todo a mi alrededor.

-Me parece bien.

Pero cuando estuve metido entre las sábanas sabiendo que escasos metros ella lo hacía en las suyas ya no se veía tan buena idea. Echaba de menos todo, y saber que ahora podría compartirlo con ella lo hacía más difícil. Pero tenía que hacer las cosas bien, por una puta vez en lo que iba de año.

Aitana

Cuando abrí los ojos tardé en ubicarme. No espaciotemporalmente, reconocería el tacto de mis sábanas en cualquier parte. Intenté ubicar mi vida, ¿había pasado de verdad todo? Sonreí inconscientemente. Sabía que teníamos que tomarnos las cosas con calma, pero habíamos dormido juntos antes de ser pareja, cuando simplemente me dejaba enroscarme en su cuerpo y me llenaba de esa paz tan característica de él.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora