Capítulo 21- ¿Estás enfadada?

5.1K 141 39
                                    

Cepeda

-Miriam, abre por favor –era la tercera vez que llamaba a su puerta.

Aitana se había quedado dormida en mi cama y aproveché para venir a solucionarlo todo. Sonó el pestillo invitándome a pasar.

-Lo siento –dijo –me sentó mal porque estoy ilusionada con que veáis mi casa, pero no es tu culpa.

La abracé. Era tan fuerte que a veces la gente creía que no necesitaba a nadie, pero nosotros nos parecíamos tanto que entendernos costaba muy poco. Recuerdo cuando llegó a casa, un año después que yo. Conectó con Roi y Ana desde el minuto cero, pero no conmigo. Discutíamos muchísimo y parecía una relación insostenible, pensarlo ahora me hacía gracia.

-Voy a intentar arreglarlo, ¿vale? –contesté.

Se separó de mí y me miró con los ojos empañados.

-No vuelvas a pegarme un susto como el de ayer, Luis –ver así a Miriam me mataba –no podría, yo... no vuelvas.

-No vuelvo –dije volviendo a abrazarla –no vuelvo.


Aitana

Me desperté desorientada. El reloj marcaba las siete de la tarde. Giré sobre mí misma y le vi sentado en el suelo con la guitarra, de espaldas a mí.

-....no me llores todavía, no digas que estás sola sabes ya... que por ti estaré, por ti ya estuve y estaría...

Me incorporé tapando mi cuerpo desnudo con las sábanas y quedé sentada. Sonreí como una tonta al recordarlo todo. Había hecho que todo el miedo se fuese y yo me sentía... especial.

-Me encanta –dije cuando paró para apuntar algo en su cuaderno.

Se giró asustado y sonrió de medio lado.

-Hola dormilona.


Cepeda

Jueves. Esta tarde todos se iban a Galicia. Habían pedido días libres en el trabajo y Amaia perdería un día de clase para poder hacerlo. Pero yo no. Yo tendría que quedarme solo todo el fin de semana.

Los intentos de hablar con Carlota habían sido en vano. No contestaba el teléfono ni me crucé con ella en el bar. Tampoco me abrió la puerta cuando fui a su casa.

Eran las seis de la mañana y ya estaba despierto. Mi mente divagaba buscando cualquier solución, me estaba quedando sin tiempo. Aitana se removió a mi lado, balbuceando palabras inteligibles, abrió los ojos de golpe respirando con dificultad.

Había dicho la verdad, tenía terrores nocturnos.

-Ey, pequeña –dije abrazándola –ya está, era un sueño.

Respiró contra mi camiseta y noté cómo se calmaba.

-Siento haberte despertado –dijo con voz de dormida -¿qué hora es?

-Te queda una hora aún, duérmete.


Aitana

-¿Entonces te vienes? –pregunté entusiasmada.

-Me voy –contestó mi rubia sonriendo.

Miriam había invitado a Alfred y Mimi también. Él no podía porque un amigo de la infancia bajaría a visitarle, pero ella había estado dudosa hasta ese momento.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora