Capítulo 10- Celos.

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Cepeda

Me duché con una sonrisa de idiota en la boca. Me había despertado oyendo susurros y la vi en la puerta, de espaldas a mí. Me permití observarla hasta que miré el reloj, realmente se nos había ido la siesta de las manos.

Salí del baño y me la encontré atacando mi armario.

-¿Perdona? –dije riendo -¿hemos establecido alguna regla en la que puedas campar a tus anchas por aquí?

-Soy tu asesora de imagen Pedrito, puedo mirar tu armario cuando quiera –contestó mientras se giraba.

-¿Pedrito? –contesté riéndome –qué de pequeñuela te ha quedado eso.

Se paró en seco y recorrió mi cuerpo de arriba a abajo, llevaba únicamente una toalla y el pelo algo mojado. Carraspeó antes de hablar, se había puesto nerviosa y me resultaba adorable.

-Me ha costado entre tanta básica, pero te dejo encima de la cama lo que creo que deberías ponerte. Hazme el favor de tener en cuenta mi buen gusto –y salió rápidamente.

-

Horas después estábamos en el salón, Alfred y Mimi con nosotros. Habíamos cenado en la terraza, entre risas y bromas e intentando conocer un poco más a los nuevos integrantes del grupo. Me caían bien, además sospechaba que Alfred le había echado el ojo a Amaia, no paraba de embobarse mirándola.

Habíamos entrado porque con la hora que era y el ruido que hacíamos los vecinos iban a quejarse. Me eché una copa de ron con coca cola y cogí asiento en el sofá junto a Miriam. Se habían puesto todos guapísimos, como si salir juntos por primera vez fuese un gran acontecimiento.

Yo llevaba la camisa blanca y los vaqueros oscuros que Aitana había elegido para mí. Ella... ella estaba impresionante, con un vestido negro ajustado con tiras en el escote. Claro que para mí ella era preciosa en pijama y recién levantada, no era muy objetivo.

-¡Vamos a jugar a yo nunca! –chilló Amaia aplaudiendo –empiezo yo: yo nunca he bailado encima de una barra de bar.

Bebí. Demasiadas noches en el garito de mi mejor amigo en Ourense.

-Yo nunca he pillado a unos amigos haciéndolo.

-Yo nunca he cantado en un karaoke.

Las frases se iban sucediendo, casi todos bebimos muchísimo y las risas eran cada vez más notables. Las botellas empezaron a bajar.

-Yo nunca he dormido con alguien de esta casa –dijo Amaia.

Si las miradas matasen estoy seguro que Aitana habría podido asesinarla con la que le lanzó. Ana miró a Miriam, brindaron por sus siestas juntas y bebieron a la vez. Yo me quedé quieto, si ella no bebía yo no lo haría, pero despacio se llevó el vaso a los labios con la mirada en el suelo y dio un trago a su copa. Hice lo propio con la mía.

-¿Perdón? –dijo Ana perpleja -¿en qué momento?

-Hemos dormido la siesta juntos, por dios, que sois unos dramáticos –contestó una Aitana nerviosa.

Se miraron entre todos, como hablando algo que los demás desconociésemos.

-Yo nunca me he sentido atraído por alguno de los presentes –dijo Roi con una sonrisa pícara.

Alfred y Mimi bebieron, he de reconocer que lo de ella me sorprendió. Después de unos segundos Amaia también inclinó su vaso soltando una risita.

Me encontré mirando a Aitana, y cuando quise darme cuenta mi brazo se había movido solo y estaba bebiendo. Me miró con los ojos abiertos, sonrió y me imitó.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora