Capítulo 22- Yo nunca.

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Cepeda

Respiré profundamente. Cada milímetro de mi cuerpo se sentía mejor pisando tierra gallega. Miré a Roi y Miriam, ambos tenían la misma expresión en su cara. Noté cómo Aitana entrelazaba su mano con la mía y me miraba ilusionada.

-Es precioso.

Todos observamos la casa de Miriam, recortada en mitad de un paraje verde envidiable por cualquier otro lugar del mundo. Era enorme, de piedra oscura y sensación de querer perderte toda tu vida.

-¿Vives aquí, de verdad? –la cara de Amaia era todo asombro.

Miriam asintió. Nos había contado que su familia no estaría ese fin de semana, motivo por el que aprovechó la escapada.

Por dentro era aún mejor, tenía un salón enorme con una chimenea pidiendo a gritos ser utilizada, la cocina pedía una tortilla de patatas desesperadamente, unas escaleras subían a la zona superior, donde nos esperaban cuatro habitaciones. Miriam entró en la suya y nos contó que alguien tenía que compartir con ella. Amaia dio un paso al frente sonriendo y soltó su maleta en el suelo.

Las otras tres habitaciones eran casi gemelas, Ana y Mimi se instalaron en la contigua a nosotros, dejando a Roi con un espacio demasiado grande para él y dando saltos de emoción por poder dormir solo.

Vi a Aitana moverse ilusionada por toda la estancia, asomarse por la ventana, entrar en el baño de la habitación –nos había tocado la de sus padres, la única con aseo propio –y tirarse en la cama con una sonrisa en sus labios.

-

Dimos una vuelta por todo el pueblo, con Miriam en cabeza explicando cada letrero, rincón, monumento, historia. Paramos para hacer la compra y regresar a casa, esa noche la fiesta no estaba fuera, la fiesta éramos nosotros juntos entre esas paredes.

Toda mi vida he capturado momentos que denominaba con el título "felicidad máxima", pero ahí, alrededor de una mesa baja con las personas más importantes de mi vida, supe que había estado equivocado.

Después de las tortillas, las pizzas, los chupitos, muchas canciones cantadas guitarra en mano y con el alcohol en vena empezando a hacer efecto, Amaia, la de las ideas locas, sugirió lo de siempre.

-Perdonad que corte el ambiente, pero esto no es una fiesta si no jugamos a Yo Nunca –sonrió –voy a empezar con las dos más importantes, que siempre traen sorpresas.

Me preparé mentalmente para todo lo que se venía, los quería de una manera difícil de explicar, pero podían ser dardos envenenados si se lo proponían.

-Yo nunca me he sentido atraído por alguien de esta habitación.

Aitana, Ana, Mimi, yo.

-Realmente algún día vais a tener que explicar por qué bebéis siempre –dijo Roi –que ya me come la intriga.

-Yo nunca he dormido con alguien de esta habitación –continuó –bueno a ver lo cambio que esa es muy básica ya. Yo nunca he hecho algo más en una cama a parte de dormir con alguien de aquí.

Cogí el vaso y bebí, una Aitana muerta de vergüenza y que me provocó toda la ternura del mundo bebió. Todo el mundo pensaba que se iba a quedar ahí, pero Mimi cogió el vaso y dio un sorbo.

Lo que pasó después fue el culmen de la incomodidad. Aitana me miró con los ojos abiertos pensando que había sido conmigo, yo hice exactamente lo mismo elevando mis cejas. Ambos dirigimos nuestra mirada interrogante a ella, preguntándonos por qué motivo mentía. Pero ella estaba callada, con la cabeza fija en Ana y una rabia visible a través de sus ojos.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora