Capítulo 20- Siempre reinarás.

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Cepeda

Abrí los ojos y la vi echa un ovillo en el sillón de la habitación. No recordaba mucho qué había pasado, vi el coche a centímetros de mí y lo siguiente fue dolor, hasta que conseguí abrirme paso entre la oscuridad y despegar mis párpados. No podía parar de repetir su nombre, si algo grave me pasaba ella era lo último que quería ver.

Pero ahí estaba, fuera de peligro y con ella a mi lado.

-Buenos días Pedrito –dijo estirándose y acercándose a la cama -¿estás bien? ¿Necesitas algo?

Me dolía un poco el cuerpo, pero estaba lo mejor que podría imaginar en esa situación.

-Estoy estupendamente pequeña –se agachó y besé sus labios -¿no deberías estar en clase?

Mi médico abrió la puerta y entró cerrando tras él, interrumpiendo su respuesta.

-Luis –dijo sonriendo –te vas a tu casa. Hemos revisado las pruebas de tu TAC y están en orden, aquí tienes el alta. Te dejo en buenas manos –miró a la chica a mi derecha.

Me tendió un papel que Aitana cogió por mí sonriendo y abandonó con él la habitación haciendo mil preguntas.

-

-Después de 5 años –gritó Roi cuando conseguí bajar del asiento de copiloto de su coche –aleluya.

Todas rieron desde la puerta donde me esperaban con una pancarta en la que se podía leer: "Bienvenido Cepeda, echábamos de menos tener un pesado en casa"

Sonreí. Así eran ellos, a uno le atropellaban y todo eran bromitas al respecto. Sin embargo me di cuenta que todos habían faltado a sus obligaciones por recibirme.

Ana preparó mi comida favorita mientras me contaba su fin de semana en Andalucía, verla tan feliz me daba años de vida.

-...era muy pesado y nada, le dije que estaba saliendo con Roi y casi le pega –soltó una carcajada que imité -¿por aquí qué tal? Ya sabes, antes de pegarme un susto de muerte.

-Bueno –me encogí de hombros –tengo una mala noticia que daros.

Esperé para contarlo cuando todo acabamos de comer, sentado en la silla jugando nervioso con el tenedor.

-No voy a poder ir a Pontedeume este fin de semana con vosotros.

-¿Qué? No, Luis, ¿por qué? –la voz de Aitana me rompió por dentro.

-¿Ha sido ella verdad?–los ojos de Miriam eran todo rabia –lo sabía. Es tan egoísta como predecible. Dile de mi parte que no puede ser peor persona ni proponiéndoselo.

Y dicho eso abandonó el salón rápidamente. Se escuchó un portazo a lo lejos. Ella había planeado todo al detalle, para que disfrutásemos juntos. Había incluso pedido permiso a los médicos que no habían puesto impedimento siempre y cuando el día de antes de irnos volviese a que me chequeasen. Y ahora yo había jodido su fin de semana perfecto.

No lo has jodido tú –dijo una voz en mi cabeza.

-¿De qué hablaba Miriam? –preguntó Roi –está claro que nos perdimos algo.

-De Carlota –negué con la cabeza –tenía que cubrirme el sábado noche o no podría viajar.

-¿Y no lo va a hacer? –Amaia abrió los ojos como platos.

-No –contesté.

Quería hablar con Miriam, explicarle todo, pero la conocía demasiado. Ahora necesitaba tiempo para estar sola y pensar.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora