Capítulo 9- ¿Por qué no te quedas?

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Aitana

Volví a mirar el reloj, marcaba las 9:05 de la mañana. No era normal en mí estar despierta a esa hora un sábado, pero no había conseguido dormir nada. Cada vez que cerraba los ojos la imagen de Cepeda llorando se repetía una y otra vez tras mis párpados, y dolía.

No había nadie despierto, como cosa lógica, así que bajé a la cocina tranquilamente y me preparé un café negro y sin azúcar, necesitaba no quedarme dormida por las esquinas. Había estado buscando toda la madrugada de insomnio trabajos que le pudiesen interesar a Luis, así que escribí todas las ofertas en una hoja con los datos principales de cada una y luego garabateé.

"Eres una de las personas más trabajadoras e increíbles que conozco, Luis. Vas a conseguir hacer lo que quieras en cuanto te lo propongas. Entiendo que no estés preparado para bajar, pero deberías comer algo.

Tu bicho :)"

Acabé la nota sonriendo, sabía que la manera de firmar le haría un poco más feliz. Coloqué el papel en la bandeja junto con el zumo de naranja, el café y las tostadas. No sabía qué quería desayunar, así que le hice de todo un poco.

Abrí su puerta despacio y solté la comida en el escritorio. Dormía de lado, con los labios entre abiertos y la respiración calmada. Podría mirar esa escena toda mi vida y no cansarme. Moví mi cabeza hacia los lados sacudiendo el pensamiento que acababa de tener y me dispuse a salir de su habitación. Fue justo cuando iba a cerrar la puerta cuando me acordé: hoy no podría darme beso de buenos días, porque estaba ya despierta.

Volví a entrar intentando no hacer ruido y deposité un beso en su cabeza. Se removió, pero noté que seguía profundamente dormido.

Cómo es posible que me hiciese feliz incluso así, sin ni siquiera tener los ojos abiertos.

Al salir me encontré a una Amaia despeinada y bostezando en el pasillo que abrió los ojos como platos al darse cuenta de dónde venía. Me arrastró hasta la terraza mientras ella desayunaba.

-¿Qué haces despierta tan temprano, estás mala? –le pregunté entre risas.

-No era capaz de dormir pero no me cambies de tema Aitana, aquí a lo importante, ¿ESTABAS SALIENDO DE LA HABITACIÓN DE CEPEDA?

-¿Quieres dejar de chillar, loca? He ido a dejarle el desayuno por si no quiere bajar hoy tampoco, tiene que comer...

Agaché mi cabeza, en el fondo me dolía pensar que pasaría otro día sin oírle reír, sin estar con él. Amaia lo supuso, me conocía tanto que aún me sorprendía.

-Seguro que hoy baja, princesa –me acarició la mano –además esta noche vamos a salir de fiesta y se tiene que venir.

-¿Cómo pueden estar hablando de salir a las diez y media de la mañana? –Ana entró con una taza de café en la terraza.

En cuestión de media hora todos estábamos juntos, planeando nuestra salida de esa noche. Todos menos él.

-Aiti, ¿tú no dijiste que traías unos amigos?

-Sí –dije volviendo a la conversación –Alfred y Mimi.

-Pues diles que vengan a cenar –propuso Roi –pedimos unas pizzas y bebemos un poco aquí. Sobre las 10 está bien.

Asentí.

Pasé toda la santa mañana sentada en la cama de la habitación de Miriam con Amaia, discutiendo sobre qué ponerse para la primera salida todos juntos. Envidiaba a Ana y Roi, que habían sido suficientemente inteligentes para irse de casa y no estaban obligados a ver el desfile que estas dos locas estaban montando.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora