Capítulo 23- Señorita Ocaña.

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Aitana

-¿Se va y tú no te enteras? –gritó Ana.

A cada palabra elevada el cuerpo de Amaia se encogía un poco más, no había parado de derramar lágrimas desde que todos llegamos corriendo a su habitación. Se había despertado y estaba sola en la habitación, fue al baño y al piso de abajo pero no la encontró por ninguna parte. Fue ahí cuando empezó a chillar los nombres de todos y cada uno de nosotros.

-No seas cruel, Ana –Roi se interpuso entre ambas –no es su culpa.

-¡JODER! –corrió escaleras abajo aún en pijama y salió al exterior.

Miriam la alcanzó cuando había cruzado el porche y pisó el suelo exterior, aún en pijama y zapatillas de casa.

-¿Se puede saber dónde vas? –la agarró del brazo –si tu idea es correr por mi pueblo como una loca déjame decirte que no es la mejor.

Nos sentamos alrededor de la mesa del comedor, con cinco tazas de café humeante para activarnos tras las pocas horas de sueño. A Ana le dimos una tila, no necesitaba cafeína precisamente.

Conseguimos tranquilizar a Amaia e incluso Roi hizo que riese. Roi, el de la eterna sonrisa contagiosa, qué sería de nosotros sin él.

-No lo coge –volvió a decir Luis –es la sexta vez que llamo.

Nos vestimos y bajamos al pueblo con Miriam en cabeza, buscando por cada calle y preguntando en cada establecimiento público. Parecía una thriller barato de los domingos por la tarde, enseñando fotos de una rubia de metro setenta que había desparecido sin decir nada.

Queríamos ir a A Coruña a pasar el viernes, así que tras comprobar que Mimi no estaba por ningún recoveco del pueblo decidimos emprender el viaje antes de comer.

Llevábamos horas, ni un mensaje, ni una llamada. Nada. Ana lloraba en silencio, a veces gritaba a todo el que le dirigiese la palabra, otras veces se abrazaba a quien estuviese a su lado como si no pudiese aguantar el peso del mundo ella sola.

Pero no era ese peso el que llevaba en los hombros, era la culpa. La que oprimía su pecho y le impedía respirar mientras el reloj avanzaba sin dar tregua.

-Es mi culpa –dijo sentándose en un banco, rota.

Nadie contestó, era su culpa.


Cepeda

Si intentaba imaginar una forma de enseñarle a Aitana parte de Galicia, desde luego no era con Mimi desaparecida, Ana hecha un trapo, Amaia sintiéndose mal por no haber notado que se marchaba y el resto nerviosos por saber de ella. Me prometí mentalmente volver con ella y enseñarle Ourense, al fin y al cabo no estaba en la ciudad que me vio nacer.

-Mierda –dijo Aitana girando el móvil para que pudiésemos leer.

Aiti, el avión está a punto de despegar para Madrid. Dile a Miriam que no puedo estarle más agradecida por haber contado conmigo. Dile a Amaia que no se culpe, soy sigilosa como un gato. A Roi y Cep que prometo echar unas cervezas con ellos cuando volváis para compensarlo. Y a ti, pues que gracias por ser mi mejor amiga de la carrera, sin ti no tendría a nadie aquí. Disfrutad lo que queda de finde, os quiero.

No dio explicaciones de por qué volvía menos de 24 horas después, ni tampoco de por qué faltaba Ana en ese mensaje. Tampoco las necesitábamos.

El día pasó de largo, con todos disfrutando de la aventura una vez que Mimi confirmó haber llegado sana y salva. Todos menos ella.


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