Capítulo 4- Haz una canción.

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Cepeda

Tenía la habitación plagada de fotos. Como si fuese un mural de su vida. Estaba ella sonriendo junto a los que debían ser sus padres, una Aitana de no más de diez años con flequillo ya perfecto y ojos ilusionados. Fotos con un montón de chicos de su edad, destacando dos, la primera estaba en su mesita, en un marco con luces, estaba en medio de una chica y un chico -sus mejores amigos, supuse- la otra era un cuadro con fotos de su novio, no era difícil averiguarlo, se besaban en varias.

Carraspeó y me hizo girarme, la encontré sentada en su cama, con las piernas cruzadas.

-¿Qué tipo de nombre es Cepeda?

Lo preguntó con inocencia y curiosidad, no había cambiado la expresión, sonaba seca, como siempre que hablaba, pero esta vez no parecía guardar la tormenta en su interior.

No pude evitar sonreír.

-Es mi apellido, muy poca gente me llama por ni nombre de pila, solo algún privilegiado.

Juraría que vi un amago de sonrisa en su boca, apenas un segundo. Aun con esas, seguía teniendo ojeras y los ojos inyectados en sangre. Había llorado. Y yo me encontré esperando no haber tenido nada que ver en esas lágrimas, y deseando oírla reír.

-¿Estás bien?

Sabía que no iba a contarme nada, se notaba que no quería tener relación con ninguno de nosotros, pero hace horas no me hubiese imaginado que me dejaría entrar en su jaula, ya era un avance.

-Se podría decir que mi primer día ha sido un poco desastre -lo dijo mirando hacia abajo, en un susurro.

-Pues haz una canción.

Su mirada me hizo gracia. Levantó la cabeza rápidamente, su cara reflejaba sorpresa mezclada con gracia, como si no entendiese qué acababa de decir, y con razón.

-Mi abuelo tenía como mantra "la música lo cura todo" -me encogí de hombros- siempre que tenía un mal día me decía que hiciese una canción sobre ello. No tenía que ser buena, simplemente relatar todo con cualquier tarareo al azar. Decía que si lo escuchabas todo junto hacía hasta gracia y acababas sacando risas de los problemas.

Estaba sonriendo. Lo había conseguido. Pero necesitaba más, necesitaba que no pudiese controlar las carcajadas. Empecé a cantar con una melodía cualquiera.

-Toda la mañana para intentar ordenar y lo único que hice fue a la guitarra llorar, mi ya ex novia me ha jodido el día, trató como el culo a mis compis, son las doce y no he cenado todavíaaaaaaa....

Acompañaba el desastre que estaba haciendo con mi mano como micro y haciendo como que bailaba, y de pronto lo escuché. Una carcajada.

Estaba tumbada en la cama riéndose de verdad, sabía que se estaba riendo de mí, del ridículo que estaba haciendo, pero había estado obsesionado con ese sonido desde que la vi entrar en casa, y por fin sabía cómo sonaba. Tenía los ojos achinados, era preciosa.

Me di cuenta de que ella estaba mejor, y yo ya no pintaba nada ahí, así que comencé a andar hacia la puerta.

-Siento de veras todo lo que pasó esta tarde.

Estaba a punto de agarrar el manillar cuando habló.

-Dímelo -dijo ya seria.

Mi cara bastó para que entendiese que no sabía de qué me hablaba y volviese a la carga.

-Tu nombre de pila. Has conseguido que me ría, quizá quiera ser alguna de las privilegiadas en llamarte así -volvió a sonreír mirando hacia sus pies.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora