Capítulo 28- Vergüenza.

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Aitana

-...no hay maneeeeeraaa.

Junté mi mano con la de Luis y me besó la frente. Escuché aplausos y mi conexión con él se rompió. Carlota sonreía y vitoreaba desde su posición de cada ensayo, la primera mesa al pie del escenario.

-Cada día os sale mejor, joder –dijo levantándose –el sábado va a ser BRU-TAL.

-Hombre, viniendo de una diva del pop –noté que Luis ya nunca la llamaba reina, no desde que me lo dijo a mí –muchas gracias hijita.

-Gracias Car –dije sonriendo.

Mi relación con ella había mejorado notablemente. Me había ayudado mucho esa semana con los ensayos, había tranquilizado mis nervios incluso sin decirle que los sentía, se había ofrecido a maquillarme la noche del concierto... ahora podía entender qué hacía que fuese tan genial como decían.

Llevaba toda la semana sin parar ni un segundo. Clases por las mañanas, biblioteca por la tarde, ensayo por la tarde-noche y vuelta a empezar. Si no fuese por Alfred puede que ni con esas hubiese conseguido enterarme de todo.

Ya era jueves, mañana no tenía clase y solo pensar en eso me hacía respirar tranquila. Mis padres llegaban hoy, querían pasar un fin de semana conmigo que no incluyese pillarme en la cama con nadie, ni broncas, ni exasperación y desconfianza.

-Me voy –dije mirando el reloj –mis padres tienen que estar en casa ya.

Me acerqué a Luis y dejé un beso en sus labios, él trabajaba esa noche, probablemente estaría por el quinto sueño cuando él llegase a casa.

-Adiós reina.

-

-Pues qué lástima que no pueda venir Cepeda.

Miré a mi padre y sonreí. Siempre había sido protector conmigo, pero desde lo de Adrián todo aquello se multiplicó por dos. Que hubiese aceptado tan bien mi relación y que admirase de esa forma a Luis me daba años de vida.

Estaba en un restaurante del centro, después de un paseo largo y tendido. Me habían preguntado por el concierto, estaban aún más emocionados que yo, su sueño siempre había sido que rompiese la barrera del miedo y demostrase mi supuesto talento al mundo.

Caminamos hasta la puerta de su hotel y volví a insistir por décima vez.

-¿Seguro que no queréis quedaros en casa?

-No –dijo seria mi madre, su actitud me hacía gracia –si dormimos en tu casa significa que tú no duermes sola.

Reí.

-Mamá, puedo dormir con cualquiera de las chicas.

-Belén, la niña duerme con su novio todas las noches –mi padre sonreía de medio lado –no seas ingenua.

Me puse como un tomate.

-Bueno dejemos el tema mejor –dije apresurándome a besarles –mañana os veo.

-Ah no no –me frenó mi madre –Aitana por Dios que eres muy pequeña. Tienes que tener cuidado con lo que haces y si lo haces, que espero que no, tienes que tomar precauciones. Que yo sé que él es mayor que tú pero tienes que imponerte y nunca hacer nada que tú no quieras porque es tu cuerpo y...

-¡MAMÁ! –me moría de vergüenza –ya está bien, no voy a hablar de esto contigo y no necesito "la charla".

Mi padre miraba de una a otra, parecía divertirse.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora