Capítulo 14- Llegas Tú.

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Aitana

-Que no, Alfred –repetí por quinta vez –que Amaia no te odia. Simplemente necesita su espacio e ir a su ritmo. Además si te ha invitado esta noche a cenar con nosotros no me parece que sea porque no quiera verte más. Mimi, apóyame en esto.

-Aiti tiene razón, pesado.

Llevábamos las cinco horas de clase hablando de eso. Según él Amaia no quería que siguiesen viéndose porque era muy arisca pero luego le había invitado a cenar en casa con nosotros y él no entendía nada. Tenía ganas de arrancarme la cabeza después de arrancársela a ellos.

-Nos vemos esta noche –dijo Mimi girando en dirección a su casa –voy directa al bar.

Alfred asintió separándose en dirección contraria y yo continué hacia adelante. Salir un jueves por la noche era normal en nosotros, benditos viernes libres. Les había convencido para ir a ver a Luis, que tocaba esta noche en EnClave, y después irnos de fiesta.

Yo ya había ido a verle con los chicos el lunes, pero tuvimos que volvernos pronto y esa noche planeaba aguantar hasta el final y aplaudir como la que más.

Entré en casa y escuché risas en la terraza.

-Esta noche deberías hacerla de nuevo –reconocí su voz al instante –es que el martes te salió genial.

-No sé... me equivoqué en dos acordes –rió levemente –igual podrías acompañarme tú, te la sabes de arriba abajo.

Carraspeé y salí donde pudiesen verme.

-Hola –dije fingiendo alegría.

-Holi bicho –saludó con un beso en mi cabeza –te acuerdas de...

-Me acuerdo –le corté –me acuerdo.

Me acerqué y le di dos besos. Pues claro que me acordaba de ella, aunque a decir verdad preferiría no conocerla en absoluto.

-Bueno –me disculpé –voy a subir que tengo cosas que hacer. Nos vemos.

Cerré de un portazo y me tiré encima de la cama. Había conocido a Carlota el mismo lunes que fui a ver a Luis. Nos la presentó nada más llegar aunque ya había mencionado su nombre en casa alguna vez, y me cayó muy bien. Era el tipo de chica que merece la pena conocer, muy simpática y graciosa. Y guapa. A rabiar. Tenía el pelo negro y los ojos azules, un cuerpo de escándalo y la sonrisa perfecta, con su piercing en la nariz mejorando aún más sus facciones.

No sé en qué momento me di cuenta, pero a lo largo de la noche empezó a sentarme mal su presencia. Luis la miraba como si fuese la octava maravilla del mundo, y ella a él como si lo supiese y se regocijase. Eran tan amigos, disfrutaban de lo mismo, se veían casi a diario.

Amaia se rió de mí cuando percibió mi cara al observarla.

-Estás celosa.

Lo había negado mil veces, pero era la realidad. No es que ella me cayese mal, es que no soportaba verla con él.

Me di cuenta de que necesitaba a Marta. Y cinco minutos después su cara estaba en la pantalla de mi portátil.

-Es que ¿qué hace aquí a estas horas? ¿No tiene casa donde ir a comer?

Sabía que me estaba comportando como una niñata, pero no podía frenarlo.

-Estás tan celosa que resultas adorable, monito.

Le había contado la historia a Marta con pelos y señales y era de la opinión de Amaia, y de Miriam, Ana, Roi, Alfred, Mimi y todo el santo mundo. Creía que estaba enamorada de Luis y que era una cobarde por no decirle nada. Pero yo sabía que para él era un bebé al que cuidar y me iba a mandar a coger espárragos si le decía lo más mínimo.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora