Capítulo 40- El lunar.

3.6K 142 142
                                    

Cepeda

El móvil no paraba de vibrar y yo no tenía tiempo para mirarlo, porque si perdía medio segundo en recogerlo de la mesa los macarrones podrían arder y el pollo al horno calcinarse y yo no estaba hecho para cocina. Eso lo tenía claro, como me sacasen de la tortilla no daba para más.

-¡Luis! –escuché desde su habitación -¿qué vestido me pongo el rojo o el negro?

Rodé los ojos, como si yo fuese el asesor de moda más adecuado cuando mi indumentaria diaria era cualquier camiseta básica y unos vaqueros lo más simples posibles.

-¡El que sea más fácil de quitar! –sonreí imaginando su cara.

-¡El rojo entonces! –dijo entre carcajadas.

El día venía completito y yo estaba más estresado que nunca. Comida con sus padres, cumpleaños y fiesta esta noche, y no estaba seguro de cuál de las dos cosas me ponía más nervioso.

Una hora después esperábamos sentados en el salón con la mesa puesta.

-¿Estás nervioso? –apoyó su mano en mi rodilla –les vas a caer genial, pesado.

Hice un puchero y recibí sus labios sonriendo.

-O igual no, quién sabe –rió.

-Carlota, que me voy a mi casa –amenacé aguantando la sonrisa –a mí no me asustes más.

Me dio un golpe en el brazo y volvió a besarme revolviéndome el pelo.

La comida fue bien, entendía su carácter viendo a sus padres junto a nosotros en el pequeño salón blanco de su casa. Ella se independizó unos años atrás, a pesar de ser de Madrid y tener disponible su habitación de toda la vida con sus progenitores. Su madre se había empeñado en conocer "al chico ese tan guapo que toca la guitarra tan bien" y después de ponerme ojitos cinco días seguidos consiguió que aceptase.

Y allí estaba yo, que había odiado los compromisos más que nadie, a poco más de 2 meses juntos y metiéndome en familia hasta dentro.

-¿Esta noche qué dijisteis que teníais? –preguntó su padre mirándome a mí.

-Un cumpleaños, de mi amiga Mimi.

Y así era. Cuando había recibido el mensaje tan típico de ella me había hecho sonreír, aunque en ese momento no medí bien las consecuencias de acudir a ese evento, y ahora tendría que hacerles frente.

"Luisiño, el 1 de abril es mi cumple (deberías sabértelo) y voy a hacer cenita en mi casa. Estás invitado, lógicamente. Sobre las 22:00 allí, ¿vale? Es obligatorio traerme un regalo porque si no puedo cocinarte a ti. Te quiero en el fondo, muuuuac".

Cuando fui consciente de lo que eso significaba corrí a la habitación de Ana inconscientemente, abriendo sin llamar y con suerte de que únicamente estuviese tirada en la cama escuchando música.

-¿Dónde quedó el llamar a las puertas? –preguntó alzando una ceja.

-Me acaba de llegar el mensaje de Mimi.

Su rostro se ensombreció y me hizo un gesto para que la acompañase en la cama. Se abrazó a mí y me miró fijamente, esperando a que lo soltase todo.

-¿Va a ir? –nunca había vuelto a pronunciar su nombre.

Asintió. Y me acarició la barba.

-Entiéndelo Cepi, es la primera persona que Mimi conoció en Madrid, gracias a la cual nos conoció a nosotros... a mí.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora