Capítulo 48- Lo sabes, ¿verdad?

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Aitana

Lo único que habían pedido mis padres era que me quedase en Barcelona el resto del verano, pero anticipé la jugada llevando ropa para esos días y acabé utilizándolo más tarde como escusa para regresar a la capital. Marta por el contrario decidió complacer a los suyos y no cogió el avión de vuelta con nosotros, ahora que nuestros planes de playa se habían jodido por completo disfrutaría de la nuestra en casa.

Llevaba poco más de una semana en Madrid y todo ahora olía a despedida. ¿Desde cuándo se recibe mal el verano? En casa todo eran cajas y paquetes que enviar por delante, ropa de invierno que aún se escondía por las esquinas deseando ser guardada para dar paso a los trajes de baño y cremas solares, despedidas en Barajas cuando alguno decidía marcharse de una.

-Son solo dos meses –dijo Amaia sentada sobre su maleta en un intento vano de cerrar la cremallera –eso se pasa volando Aiti.

Bufé de la forma más sonora que pude mientras ponía los ojos en blanco.

-En verdad son más de dos meses.

-Gracias Miriam –me crucé de brazos –es que no entiendo por qué os tenéis que ir ya, y tampoco por qué no podemos buscar una semana en julio o agosto para vernos.

Ana y Roi hacía dos días que se habían marchado a sus respectivas casas, la primera llevándose a Mimi para enseñarle su isla. Amaia y Miriam se irían esa misma tarde, y ella no podía ni quería asimilarlo.

-Pues porque ya sabes que entre trabajo, vacaciones con otras personas, etc. no vamos a coincidir –la voz de la gallega era sosegada, pero sabía que se moría de pena.

Quedaba una semana para mi cumpleaños y mi cabeza no paraba de maquinar cómo celebrarlo sin ellos, cómo disfrutar el día sin sus risas en el aire y su cumpleaños feliz bien entonado y con armonías. Sumado a que nadie podría estar, ni siquiera Luis, que ahora mismo se encontraba histérico porque sus jefes no paraban de hacerle la zancadilla.

-Seguro que ves a Luis en verano –intentó animar la de Navarra -¿cómo sigue con el tema?

Me encogí de hombros y suspiré.

-Mal. Desde que Carlota ha vuelto al bar está incómodo todo el rato, y sus jefes pretenden que repita los números que hacía antes con ella y está cansado de negarse y de las reprimendas.

-Yo ya le dije que podría buscar otro sitio –afirmó Miriam –es Cepeda, puede conseguir lo que le dé la gana y ese bar ya no me parece adecuado para él.

No podía quitarle razón, pero también conocía suficiente a mi novio para saber el miedo que le daba marcharse y no encontrar nada parecido. No poder volver a vivir de la música, que se le cerrasen puertas, no encajar como hizo en EnClave. Prefería tragarse todo lo que le dolía de la situación y sobreponerse, porque así era él.

Era sin duda el que menos vacaciones tendría, apenas unos cuantos días en julio y agosto, que aprovecharía para subir a ver a su familia. Ni siquiera sabíamos a ciencia cierta si podríamos vernos en todo el verano, yo, que había soñado con una playa perdida en cualquier parte y con él de mi mano.


Cepeda

Cerré la puerta de casa y apoyé mi cabeza sobre ella, intentando controlar mi respiración y calmar las ganas de pegarle un puñetazo a la pared.

-¿Luis? –escuché desde el salón.

Estaba acurrucada en uno de los sofás, con un cuenco de palomitas encima y un capítulo de Stranger Things pausado en la pantalla.

Pídeme la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora