Capítulo 46

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Apenas aterrizó el avión, Justin obligó a los dos hombres a llevarlo a él, a Mark y a Nirvana hasta el lugar donde se hallaba Magnus. Tenía un dolor espantoso en el pecho y en su mente solo estaba su __________. Necesitaba encontrarla. Tenía miedo; miedo a llegar tarde. No podría soportar perder a su chica.

— ¿Cuánto falta? —pregunta.

Justin tenía el arma en su cabeza; no contestar era estúpido.

—Es aquel edificio en frente.

Justin lo observa. Es un edificio de color gris oscuro, con muy pocas ventanas y varias puertas alrededor. Hay poco movimiento en las puertas delanteras, pero no así en las traseras.

—Estaciónate lejos, que no nos vean —musita.

El hombre obedece. En cuanto el coche se apaga, Mark y él se disponen a noquearlos y a atarlos.

— ¿Era necesaria tanta violencia? —chilla Nirvana.

—Vas a quedarte aquí —musita Mark, mientras se asegura de atar bien al sujeto al asiento—. No quiero que se despierten y te hagan daño.

—No voy a quedarme aquí mientras mi mejor amiga está…

Mark la hace callar. Le extiende el móvil.

—Espera cinco minutos, luego llama a A.J. Tonks ¿Entendido?

— ¿Ese quién es?

—No preguntes, solo hazlo. Y nunca te separes del arma, ¿quedó claro?

—Bien —gruñe.

—Si tienes que disparar, dispara.

—Entendido.

—Que no te tiemble el pulso, no dejes que se te acerquen.

—Ya basta, Mark. Entendí.

Mark le lanza una mirada rápida a Justin. Estaban listos. Revisaron las armas y fueron acercándose a la propiedad en total silencio. Hay tres hombres en la entrada, custodiando la puerta. Dos más parecían alejarse hacia las puertas exteriores.

—Sería excelente no cargarnos a ninguno —murmuró Mark.

Sin embargo, vio como los tres hombres caían muertos al suelo. Al mirar a Justin, cae en cuenta que él ha disparado.

— ¿Cómo diablos es que no he oído los tiros?

Justin le enseña el arma. Silenciador, claro. Extiende uno hacia él.

—Lo necesitarás.

Mark toma el silenciador y se lo ajusta al arma.

—La verdad no deseaba matar a nadie hoy —murmura él.

—Yo pienso cargármelos a todos —le lanza una mirada despectiva—. No es tu mujer la que está allá adentro.

—Hace unas horas querías ahorcarla.

—Las cosas cambian. La quiero de vuelta, punto.

—Eres un puto cursi, mueve el culo y avanza.

En otra ocasión, la broma posiblemente le habría hecho sonreír. Pero no podía darse el lujo a ese privilegio mientras _________ seguía en manos de Magnus. Le hizo una seña rápida, de modo que Mark comenzó a movilizarse en silencio por la derecha. Justin atacaría con la izquierda. Era bueno por la izquierda. Con la pierna presionándole el muslo, avanzó con los pasos de un zorro. Abrió la puerta, que hizo un chillido. Adentro hacía calor y estaba oscuro. Volteó hacia Mark y le hizo una seña. Iba a entrar. Mark lo seguía con cautela. 

Los gemidos, las quejumbres y los improperios llegaron a oídos de Justin como una abeja zumbándole sobre la cabeza. La música era melosa con el toque a erotismo. A medida que avanzaban, el lugar comenzaba a ponerse peor. Rebuscó con la mirada entre cada uno de los que estaban allí, pero ni rastro de su chica. Percibió una escalera de metal que conducía al segundo piso. Cauteloso, dejó a Mark en el primer piso y comenzó a subir en silencio y con rapidez.

Arriba había un sinfín de puertas de color madera, salvo por una de color rojo. No se escuchaba nada, excepto por los gemidos y las quejumbres. La garganta se le hincha al reconocer los quejidos. Preso de su furia, irrumpe con violencia a través de la puerta roja. Un hombre desnudo está posado sobre un pequeño cuerpo envuelto por las sábanas. Entre el montón de telas, Justin pudo distinguir los ojos apagados y tristes de una mujer que había sacudido su mundo desde que tenía dieciséis años.

Furioso e impotente, aparta a Magnus de ella, lanzándolo al suelo. Apunta el arma hacia su cabeza, pero matarlo era un alivio para el daño que había caudado. Merecía el mayor sufrimiento que le pueda ser concedido. Vuelve a ajustar la trayectoria de la bala, directamente a su entrepierna. Dispara una, dispara otra. La habitación se llena de los gritos de dolor de Magnus, pero para Justin es una dulce melodía. Lo merecía.

—En tu puta vida volverás a lastimar a una mujer —gruñe.

Se ajusta el arma en el cinturón y acude con cuidado hacia su chica. Echa un ovillo, intenta cubrir su cuerpo todo lo que le es posible con las sábanas. Pero no tiene la suficiente fuerza y Justin acaba por apartarla de ella. Tiene moretones en el rostro y sangre brotándole de la boca, hay otros moretones más en sus costados, brazos y piernas, mordiscos en el cuello y en los pechos. Magnus continuaba gritando, y el deseo por volarle los sesos aumentaba conforme veía el cuerpo de su mujer.

—Vas a estar bien —murmura mientras la envuelve en las sábanas—. Te pondrás bien.

Él la levanta con cuidado y lo único que escucha de ella es el quejido, el dolor en su rostro. _________ envuelve los brazos adoloridos en su cuello.

—Viniste por mí —musita llorosa.

El pecho de Justin se comprime.

—Debí llegar antes. Perdóname, nena. Yo te causé esto.

La boca de la chica se seca y aunque hubiese querido responderle, acabó por perder el conocimiento.
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Manos sucias. j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora