La preocupación le hacía recordar su primer día de trabajo. Tenía que intervenir en un arresto, no era nada complicado. Sin embargo, cuando se disponía a arrestarlo, tropezó y cayó. De ese modo, el sujeto consiguió escapar. La diferencia de ese día a este era su chica. Verla en la cama con las vendas en los brazos, el rostro golpeado y las venas martirizadas por la aguja del suero.
Y la impotencia de no haber podido evitar que ese hombre la tocara lo estaba matando, sobre todo porque todo esto él lo había provocado. Por tal motivo, lo mejor para ella es que él se marchara y le permitiera salir adelante, que conociera a alguien más y se enamorara. Lo mejor para ella era olvidarlo a él.
Tomó cuidadosamente la mano derecha, donde estaba la aguja, brindándole suaves caricias.
—Eres una mujer excepcional, nena —susurra—. Has pasado por tanto. Mereces ser feliz.
Los ojos de ________ luchan por abrirse, pero él no lo nota.
—No soy bueno para ti, solo consigo hacerte daño —se le seca la boca—. Voy a echarte de menos, pero irme es lo mejor. Quiero que estés bien. Tu padre después de todo tenía razón. Soy peligroso para ti.
La chica consigue abrir los ojos. La luz le molesta, así que vuelve a cerrarlos e intenta abrirlos con más lentitud. Estaba en un hospital, y odiaba los hospitales. Eso era una de esas cosas que jamás iban a cambiar. Cuando quiso moverse, se sintió demasiado entumecida para volver a intentarlo. Entonces las imágenes saltaron en su mente, golpeándola. Suelta un gritito que sobresaltó a Justin. Sus gritos ahogados, su impotencia, su carencia de fuerza. El pecho parecía a punto de estallarle del dolor. Comienza a rasgarse la piel con las uñas, pero Justin consigue detenerla.
—No te hagas daño, nena —musita tranquilizador.
Los sollozos de la chica no parecen querer ceder.
—Otra vez —musita ella, llorosa.
—Sh —la aferra a él con cuidado—. Ya no llores.
La chica se aferra a él con fuera, ignorando su propio dolor. Él estaba aquí; su único bálsamo, su único alivio.
—Justin —musita.
—Estoy aquí, chérie —susurra cerca de su oído—. Ya estás a salvo.
—No me dejes —chilla—. No te separes de mí. Si te pierdo, ya no tendré por lo cual vivir.
Justin traga saliva.
—No me iré. Me quedaré, contigo.
La chica se pierde en su cuerpo, presionando la nariz contra su nariz contra su pecho. Aunque el miedo y el dolor seguía dentro de ella, se permitió dormir un poco protegida por el hombre que había ido a salvarla.
ESTÁS LEYENDO
Manos sucias. j.b
FanficEsta historia no me pertenece, todos los derechos a su escritora.