Capítulo 48

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Justin aguardaba pacientemente a que la doctora se acercara a él con la carpeta, leyendo el expediente de ________.

— ¿Doctora? —dice—. ¿Podemos hablar?

Nirvana y Mark saltan del asiento hacia ellos.

— ¿Mi amiga como está? —chilla Nirvana al borde de las lágrimas.

La mujer se acomoda los espejuelos.

—Los rasguños internos de la vagina confirman la violación —musita cautelosa.

Justin cierra los ojos y siente como si el mundo se le cayera encima. Tenía la esperanza, una muy pequeña, de haber alcanzado a detenerlo. Mark le da dos golpecitos en el hombro, intentando darle ánimos.

—Limpiamos y desinfectamos sus heridas —continuó la mujer—. El suero es para hidratarla.

— ¿Cuándo puede irse?

—Yo diría que mañana, pero no se ha quedado quieta. Dijo que firmaría para irse.

Justin no puede evitar sonreír. Así era su chica, terca como una mula. 

—Le recetaré unos calmantes para los nervios, pomada para los golpes y unas medicinas para el dolor —extiende un papel hacia Justin—. Le pedí hablar con algún familiar, pero ya ha firmado los papeles ella misma. 

Justin agita la cabeza. Sin embargo, escucha a Nirvana carcajearse a pesar de tener los ojos llenos de lágrimas.

—_______ siempre ha odiado los hospitales —musita.

Justin se gira hacia Mark.

— ¿Puedes conseguir un lugar donde pasar la noche?

Él asiente y desaparece por las puertas. Justin se pasa la mano por el pelo.

— ¿Puedo hablar contigo?

Nirvana asiente.

—He estado pensando en todo lo que ha pasado y creo que lo mejor es que me vaya.

Nirvana frunce el ceño.

—Irte es lo peor que puedes hacer —dice—. La vas a matar.

La boca de Justin se seca.

—Desde que nos volvimos a ver la he metido en líos. Tengo que darle espacio.

—Te lo voy a decir de una manera sencilla y clara: si te vas, eres un cabrón. Ella la pasó muy mal pensando que la habías abandonado. Daba saltos de alegría cuando pensó que ibas a despertar e iniciarían de nuevo, pero ya ves lo que pasó.

Nirvana lo golpea en el pecho.

—Ella fue violada —chica—. Compórtate como hombre y cuídala bien, porque mientras tú estabas tratándola como una basura porque no la recordabas, ese desgraciado estaba lastimándola.

Los ojos de Justin se cierran, lastimados.

—No me lo tienes que recordar, Nirvana —gruñe—. Yo lo vi. Si no hubiese ido conmigo, Magnus jamás la habría visto. No estuviésemos juntos, pero ella no estaría así ¡Tú la viste!

—Sí, yo la vi. También hablé con ella. No deja de repetirme una y otra vez que fuiste a salvarla. Ni siquiera ha mencionado la violación, solo a ti. Ni se te ocurra marcharte.

La voz de Nirvana se opaca ante el escándalo de voces. Cuando Justin gira, ve a la chica caminar con dificultad escoltada por dos enfermeras. Él salta hacia ella y la sostiene.

— ¿Qué haces fuera de la cama? —gruñe.

—Ya me voy —sonríe cansada—. Me dieron el alta.

—No, tú la impusiste.

La chica intenta protestar, pero comienza a perder el conocimiento en sus brazos.

—No puedes irte así —desliza las manos para cargarla—. Mejor regresa a la habitación, al menos por esta noche.

A pesar de hallarse débil, la chica comienza a patalear y soltar chillidos.

—No quiero —lloriquea—. Hace frío. Hacia frio donde ese hombre me encerró. No quiero, por favor.

Preso entre la espada y la pared, acabó por rendirse.

—Como tú quieras, nena.

Manos sucias. j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora