Capítulo 56

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La chica era un manojo de nervios inútil cuando Magnus se la lleva al interior de la casa, apuntándole en la cabeza con el arma. El simple tacto de su mano en su brazo le producía asco. A Justin le ardía el alma, incluso más que la herida. Debió matarlo, pero en ese momento no tenía un arma. Y él la tenía. Maldita sea, la tenía. Tenía a su mujer. Debía ser cuidadoso.

Magnus tira de ella y cae sobre el sillón, temblando y llorando como una niña que le teme a la oscuridad. Se abraza a ella misma y cierra los ojos con fuerza. Justin termina desplomándose en el suelo. La herida le duele, le palpita con fuerza. Nate se desploma junto a él. La expresión amarga en su rostro dejaba ver que también le dolía, tal vez el doble. Adoraba a su niña, aunque su forma de demostrarlo era errónea, y verla en ese estado, siendo tocada por su violador, debía de enloquecerlo.

—No creyeron que iban a deshacerme de mí tan rápido, ¿o sí? —Magnus sonríe—. Salir de aquella lata de sardinas me tomó más tiempo del que pensé, pero heme aquí.

Desliza la boca por el cuello de la chica, a quien continúa apuntando con el arma. Su cuerpo se sacude por las arcadas del asco.

—Hueles exactamente a como recordaba —murmura.

La chica comienza a patalear, de modo que él levanta la mano y le propina un golpe en el rostro. Justin intenta ponerse en pie, pero Magnus vuelve a presionar el arma contra la cabeza de la chica.

—Si te mueves, se muere —sonríe—. Tal vez gustarías de ver como sus sesos se esparcen por el suelo.

Justin tensa la mandíbula, volviendo a su posición anterior.

—Supuse que no —aparta un poco el arma—. Fue muy inocente de tu parte pensar que unas cuantas rejas de la prisión me detendrían —vuelve a presionar el arma contra su cabeza—. Me debes los malditos disparos.

Justin le sonríe.

—Te merecías un par más en el rostro.

Magnus, cabreado, inserta la boquilla en la boca de la chica. El corazón de Justin comienza a martillar como un loco.

— ¿Seguirás diciendo lo mismo si tiro del gatillo?

—No te atrevas a hacerle daño a mi hija, imbécil —gruñe Nate.

Magnus gira hacia él.

—Eres bueno, desgraciado. Realmente pensé que estabas muerto. Déjame felicitarte por eso y por la chulada de hija que tienes. Tiene un sabor maravilloso.

Nate hace el intento de ponerse en pie, pero Magnus introduce un poco más el arma en la boca, haciéndolo desistir.

—Sería una pena que por la estupidez de ambos haya que explotarle el cerebro a una chica tan encantadora, ¿no lo creen? —introduce el arma un poco más. La chica no podía respirar muy bien—. Así que será mejor que nos pongamos de acuerdo. Nadie se mueve, yo no disparo.

La chica intenta respirar profundamente, pero el arma estaba incrustada en la garganta. No podía respirar. Emite gemidos ahogados, que inundaron la habitación. La mente de Justin comenzó a maquinar con rapidez una manera de ponerla a salvo. Luego piensa en Mark y en Nirvana, que deberían estar en algún lugar de la casa ¿Sabrán lo que estaba pasando allí? Joder. La cabeza comenzaba a dolerle. Necesitaba una manera de avisarle a Mark lo que estaba sucediendo.

La chica vuelve a gemir, buscando aire. 

— ¿Qué carajos quieres? —gruñe Justin—. Sácale esa mierda de la boca. No puede respirar.

— ¿Tú crees?

La chica cierra los ojos.

— ¿Qué hostias quieres?

Magnus saca el arma de su boca y apunta a Justin con ella. Justin suspira aliviado cuando escucha a su mujer respirar profundo.

—Se te ocurrió la puta idea de rastrearme, de dispararme.

—A ti se te ocurrió la mala idea de tocar a mi mujer.

—Que también es mi mujer.

Furioso, Justin amenaza con lanzarse sobre él, pero Magnus lo golpea con el arma y cae de nuevo al suelo.

—Parece que también se te ocurre la mala idea de atacarme cuando eres una mierda inservible. 

—Si lo que quieres es matarme, hazlo de una puta vez, pero déjala tranquila.

Magnus apunta hacia su cabeza con el arma, pero la chica, nerviosa y asustada, se impone entre ellos.

—No le hagas nada, por favor —imploró de rodillas—. Hazme lo que quieras, pero no lo lastimes.

—Cállate la boca —gruñe Justin.

—No voy a dejar que te haga daño por culpa mía.

—No es por tu puta culpa, ahora apártate.

—Si no cierran la puta boca les atravesaré el cerebro a los dos con una sola bala.

Justin atrae a la chica hacia él.

—Ella no forma parte de ninguna negociación, salvo si eso la pone a salvo.

—Justin —protesta ella.

—Cierra la puta boca de una maldita vez.

Justin ve en los ojos de Magnus la perversión. Su premio era __________, su medalla era su cabeza. No dejaría a su mujer en paz. Se le eriza la piel solo de imaginar que cosas podría hacerle. Debía encontrar una manera de sacarla de ahí y ponerla a salvo. Y debía ser rápido.

—Si te pongo a escoger, ¿escogerías a este poli —apunta el arma hacia Nate— o a papi?

Justin la sintió temblar.

— ¿Por qué lo haces? —chilla.

—Porque me da la puta gana. Los dos me han estado jodiendo la vida desde hace mucho, y tú eres su talón de Aquiles. Harán cualquier cosa solo porque no dispare en tu cabeza.

— ¡Ya déjanos en paz! 

Magnus levanta la mano y la golpea en el rostro con el arma. Se desploma sobre Justin, presionándole la herida en el brazo. Él suelta un grito de dolor y observa por el rabillo del ojo como Magnus vuelve a apuntarle a su chica en la cabeza.

Luego escucha el disparo, que arremete contra el silencio de la habitación.

Manos sucias. j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora