Capítulo 45

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Llevaba más de media hora allí. Adentro hacía frío, comparado con el exterior. Quiso cubrirse con algo, pero no tenía el valor de tocar nada. Había una enorme cama frente a ella vestida con sábanas blancas, rojas y negras. En ambos lados una mesita y sobre ella un sinfín de objetos de los cuales no quiso saber. No había ventanas, las paredes estaban pintadas de negro y la única luz es una pequeña bombilla en el techo. La habitación le hacía recordar las palabras de Mark.

«—Cuando Magnus se obsesiona con una mujer… —Mark pareció estremecerse—. Magnus suele violarla, asesinarla y cortarle la cabeza para guardarla a modo de trofeo. Es asqueroso, pero es así como consigue sexo.»

—Apuesto que para esto es la cama —murmuró para ella misma.

Pese al razonamiento tan espantoso, no estaba dispuesta a luchar. Ya no más. Había perdido todo: su padre, a Justin, sus amigos, su libertad. Luchar ahora era inútil. Solo aguardaba lentamente el momento en el que Magnus cesara con tanta opresión en el pecho. Morir era la única salvación ante tanto dolor.

La puerta se abre de golpe. Se le congela todo el cuerpo, asustada a la idea de girarse. Se mueve lentamente. Magnus estaba en la entrada, desnudo, sonriéndole como un zorro viejo. La chica aparta la mirada.

— ¿Qué te parece la habitación? —le pregunta.

La chica siente como un nudo comienza a formársele en el estómago.

—Estaría mejor sin ti en ella —musita.

Magnus se carcajea. Se le acerca, la toma del brazo y la lanza sobre la cama.

—Vamos a platicar un poco, preciosa —presiona sus muñecas con fuerza contra la cama—. ¿Dónde está tu padre?

—Vete al infierno —masculla.

Aparta la mano y la golpea en el rostro. La sensación metálica en la boca le repugna.

— ¿Dónde? —gruñe él.

La chica escupe la sangre de su boca en el rostro de Magnus.

—No sé donde está, imbécil.

Fuera de sí, Magnus vuelve a golpearla en dos ocasiones en el rostro.

—Cariño, no tengo mucha paciencia.

La chica gimotea de dolor.

—Púdrete —gruñe.

Los dientes de Magnus rechinan del coraje. Se levanta y tira de su camisa, rompiéndola. La garganta de la chica hierve a medida que la preocupación se acumulaba en su pecho. 

—No te sirve de nada, ¿lo sabes?

La chica no emite ningún sonido. Cuando se topa con sus ojos oscuros por el deseo, las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos. Lo único que podía recordar era a su primer novio y el cómo había abusado de ella sin piedad. Y este hombre era uno más rasguñándole el corazón. Como Stenton, como Justin.

«Justin —chilló en su mente—. Sálvame»

Sintió la respiración en su cuello; el asco se extendió por cada fibra de su cuerpo. Mientras cerraba los ojos sintió como le destrozaba la ropa; piel con piel, le comenzó a temblar todo el tiempo cuando la tomó a la fuerza. Chilló con fuerza. Mientras él seguía haciéndole daño, mordisqueando su piel y lastimando su cuerpo, su mente seguía clamando por un Justin que jamás llegaría a salvarla.

Manos sucias. j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora