02.- CENA EN EL INFIERNO

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El Grupo Nakamoto era uno de esos extraños ejemplos de conquista pacífica que inundaban el mundo moderno, en especial en países que le daban extrema importancia al honor y el patriotismo. Después de todos los conflictos que el país del sol naciente y Corea del sur acarreaban en los renglones de su historia, contemplar el éxito indiscutible de la compañía japonesa en suelo coreano era casi un regocijo. Y Kun se esforzaba por no hacer énfasis en ese casi que lo llenaba de esperanzas.

—Como ese grupo norteamericano, con el cantante noruego que cantaba en francés —había dicho uno de sus compañeros mientras preparaban una clase y estudiaban el éxito de los extranjeros en el país y no había mejor forma de describir al Grupo Nakamoto, de origen japonés, pero radicado en Corea del sur y compuesto en su mayoría por trabajadores chinos, como su padre.

A Kun no le importaba demasiado el funcionamiento interno ni las razones por las que habían contratado a su padre, por el contrario, todo eso lo tenía sin cuidado. Lo único que le preocupaba, en ese momento, era la forma en que su padre había conseguido ese tan anhelado ascenso en tan poco tiempo.

Escalar, de la forma en que él lo estaba haciendo, habría tomado años para una persona normal.

—Todavía no llegamos a esa parte —comentó TaeYong asomándose por encima de su hombro y releyendo sus escasos, pero prolijos apuntes—, ¿no estás un poco distraído, Qian Kun?

A Kun le gustaba la forma en que la boca de TaeYong pronunciaba su nombre con tal naturalidad, cómo golpeaba su caja torácica y escapaba con vibraciones graves por entre sus labios sonrosados.

TaeYong, que lo miraba con duda en los ojos, tenía demasiadas cualidades que le gustaban, pero esa preocupación casi innata que sacaba a relucir en los peores momentos era la única característica que le desagradaba.

—Solo estoy cansado —mintió y se encogió de hombros.

Nakamoto Yuta era uno de los mejores amigos de Lee TaeYong, lo que significaba que TaeYong nunca comprendería el océano tormentoso de pensamientos que inundaban su cabeza y Kun tampoco se atrevería a ponerle en tal encrucijada solo porque no confiaba en las intenciones de nadie a su alrededor.

—¿Me puedes prestar tu celular? Olvidé cargar el mío.

TaeYong no hizo más preguntas, él y Johnny acabaron por acostumbrarse a los malos hábitos de Kun, a sus extraños rituales y sus permanentes olvidos.

El tercer miércoles que Kun olvidó cargar su celular, fue el último en que uno de los dos se molestó en cuestionarle a quién llamaba con tal puntualidad cada semana, porque estaba seguro de que no era a ChenLe, su primo menor, como solía decir. Kun nunca respondió alguna de esas preguntas, alegando a su derecho a tener privacidad y, a veces, a pesar de lo mucho que se negaba, veía la duda mezclada con preocupación en los ojos almendrados de TaeYong y se sentía tentado a reconfortarlo, contarle la verdad y pedirle ayuda, pero involucrar a cualquier persona no serviría de nada, solo empeoraría todo.

Se encerró en el baño sosteniendo con fuerza el celular de TaeYong, escuchando la voz de Johnny diciéndole que prepararía algo para comer desde afuera, y discó el número que ya se sabía de memoria.

¿Kun, eres tú?

—¿Esperabas otra llamada? —con parsimonia, rascó los hilos sueltos de una toalla, mientras que al otro lado de la línea, su interlocutor movía papeles y le comentaba a alguien que estaba hablando con él

A lo lejos, escuchó un «salúdalo de mi parte» cargado con un extraño acento y una risa como respuesta.

ShiXun te manda saludos, siempre le impresiona lo puntual que eres.

Rappelle toi que je vis [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora