11.- PODRÍAMOS SER HÉROES

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Kun se estremeció cuando estuvo bajo el viento invernal. Las lluvias habían dado paso a las corrientes gélidas y, muy pronto, la escarcha y la nieve. Le gustaba el invierno, la oscura melancolía de la estación y el blanco frío de la niebla, la nieve y el hielo, que se esparcía en el aire hasta calarle los huesos. Le gustaba vestir ropa gruesa y ocultarse profundamente bajo cientos de capas de ella. Le gustaba la búsqueda de calor, los interiores tibios y las fogatas apretadas.

Ese día no había tenido práctica de Taekwondo, por lo que la ropa de deporte que vestía no lo abrigaba lo suficiente y con el sudor aún secándose sobre su piel, aun menos, pero no podía darse el lujo de moverse con poca ropa por entre las personas que miraban con curiosidad las marcas sobre su piel y que cuchicheaban sobre su origen, ignorando que Kun podía oírlas perfectamente. Ocultar el motivo de sus cicatrices con mentiras era más fácil, pero odiaba mentir con tanta frecuencia, por lo que prefería evitar todo lo que ameritara preguntas incómodas y respuestas preparadas, por eso le gustaba solo practicar artes marciales y usar solo la vestimenta necesaria, a diferencia de los demás deportistas que apenas usaban camisetas y pantalones cortos.

Trotó un poco sobre su lugar, sopló aire tibio sobre sus dedos entumecidos y miró la hora en el reloj de su muñeca, su padre estaba retrasado y eso solo podía significar dos cosas: Que SiCheng estaba en casa o que estaba con Yuta, de otra forma, su padre habría estado sobre él como un sabueso.

La música, una mezcla de pop y rock japonés proveniente del gimnasio a su espalda, era lo único que podía escuchar con claridad, algunos autos a la distancia interrumpían la melodía, pero nada fuera de lo común, hasta que un aparato comenzó a sonar en algún lugar y, minutos después, se dio cuenta de que era el celular que estaba en el bolsillo de su bolso de deportes.

Miró con curiosidad los números brillantes en la pantalla, intentando reconocer su origen, pero sin conseguirlo. Nadie más que su padre y TaeYong solía llamarlo, aunque este último había comenzado a darse por vencido, por lo que se le hacía muy extraño recibir cualquier tipo de llamada casual.

Las luces de la pantalla se apagaron y la melodía se silenció, indicando que se había activado el buzón de voz, pero en seguida volvieron a la vida, demostrando que no era una llamada por equivocación o de algún servicio, esas apenas esperaban un timbre y no se repetían en semanas.

Aceptó la llamada después de disfrutar por un par de segundos de su curioso tono, después de todo cambiarlo fue la única molestia verdadera que se había tomado con el aparato. Respiró contra el micrófono para indicar que había contestado y esperó a que alguien hablara desde el otro lado de la línea.

¿Kun, estás ahí?

No necesitó escuchar más palabras para reconocer la voz y buscar alguna señal del auto de su padre en ambas direcciones, sintiendo una mezcla de euforia y pánico que le sacudió la espina dorsal con un estremecimiento gélido.

—¿Por qué mierda me estás llamando?

¡No, no, no! ¡No cortes! ¡Kun, no cortes!

Respiró agitado, mirando la pantalla temblorosa y parpadeante sobre su mano, ¿cómo carajos hizo Lay para obtener su número? Peor aún, ¿por qué mierda se atrevía a llamarlo directamente?

Estoy llamando desde un teléfono público en Seúl, está bien, no será una llamada sospechosa, puedes decir que fue uno de tus amigos.

La angustia paralizante le impidió comprender el verdadero significado de aquellas palabras y el hecho de que Lay comprendiera a la perfección su paranoia y las razones de que él siempre le llamaba desde los celulares de sus amigos o teléfonos públicos.

Rappelle toi que je vis [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora