24.- TANZ, MEIN LEBEN, TANZ

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—¿Cuál será tu historia? —preguntó TaeYong un día durante el almuerzo mientras SiCheng y JaeHyun hablaban sobre lo que harían el día de su presentación. JaeHyun cantaría una canción que él mismo compuso y ayudó con la construcción de la historia que SiCheng quería bailar.

—La de un hombre muerto que emerge de la tierra a través de un rosal para cobrar venganza —respondió el menor con una sonrisa torcida y mostró el dibujo del perfil de una rosa dibujado con torpeza en su mano izquierda—. Una vida por una rosa.

—Como el Conde de Montecristo.

Tal vez lo era, pero de una forma incluso más sombría.

—Como mi tarea de Escritura Creativa.

Nadie hizo más preguntas y Kun esperó a que pasara el tiempo para verlo. La sorpresa fue inmensa cuando SiCheng se mostró a sí mismo, no a un personaje creado por su sorprendente imaginación, sobre el escenario. Era él, con su sonrisa deslumbrante que iluminaba el mundo con su felicidad; con sus ojos emocionados que observaban todo como un impresionado niño; con las emociones tan claras y legibles en su rostro, la felicidad, la traición, la furia. Era el Dong SiCheng del que estaba perdidamente enamorado, que podía ser el ser humano más puro y delicado sobre la faz de la tierra, pero también cruel e implacable, con una mano de hierro que no dudaba en asestar golpes mortales cuando la situación lo ameritaba.

SiCheng exponía su alma cada vez que bailaba y Kun se preguntaba si alguien más aparte de él podía leer entre los ángulos de sus movimientos.

La primera vez que lo vio en ese autobús, Kun quedó fascinado con su rostro precioso y salvaje. Se hizo una imagen tan errónea de él, una que respondía únicamente a sus necesidades y, si bien SiCheng lo complementaba en todos los sentidos, también estaba muy lejos de ser esa persona.

SiCheng era luz y oscuridad en su mundo de tinieblas. Era frío y calor cuando Kun era incapaz de sentir algo. Era malicia, perversión y el cielo mismo en un solo cuerpo; pero todo eso solo lo comprendió cuando lo vio bailar por primera vez y SiCheng dejó caer todas sus máscaras.

¿Quién podía amar realmente a alguien como Dong SiCheng? Solo alguien tan perturbado como Qian Kun.

Lo vio moverse por el escenario con pies ligeros, flotando de la mano de su compañera, emergiendo de la tierra como una rosa sangrante dándole vida un rosal. Lo vio feliz, herido y torturado; al final, lo vio inmisericorde y pleno.

Kun sentía que se le revolvía el estómago, pero de una manera puramente placentera. Se le secaba la boca y quería encajar los dientes en cada porción de piel visible brillante por el sudor.

Quería bailar con SiCheng al son de los latidos erráticos de su corazón, pero sin público y con sus gemidos ovacionándolo.

Ponerlo de humor atrevido y lascivo era algo casi inherente al ver a SiCheng bailar, así que era muy probable que el menor estuviera consciente de que Kun lo buscaría cuando acabara, con la clara intención de empotrarlo contra una pared, así que no se quedó hasta el final del acto y se desplazó en silencio por entre los pasillos hasta el baño más alejado del auditorio, pero dentro del mismo edificio, confiando en que SiCheng sabría encontrarlo como siempre hacía.

Pasaron los minutos mientras solo escuchaba su respiración, el vibrar de las luces halógenas y el lejano bullicio del evento del que no formaba parte. SiCheng llegó unos quince minutos después, aún vistiendo la camisa rojo bermellón que había usado sobre el escenario, los pantalones negros y el cabello desordenado. El único cambio era que ya no estaba descalzo, incluso conservaba el maquillaje que hacía ver su rostro más sublime si eso era posible.

Rappelle toi que je vis [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora