34.- SOMOS ESPINAS

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No quería hacerle daño. —Recordó haber dicho una vez mientras veía a Cheng Xiao limpiarse las lágrimas intentando contener el llanto y a JieQiong sosteniéndola. SiCheng solo le había dicho que no estaba llevando el ritmo correctamente, pero al parecer la chica no lo tomó tan bien como debía. Kun lo había regañado por su falta de tacto, pero ¿de qué otra forma ella iba a comprender que estaba arruinando la coreografía?, ¿cómo podía mejorar si nadie le indicaba sus errores?

SiCheng solo blanqueó los ojos, igual que en ese momento, y se cubrió el rostro con una mano, deseando borrar la imagen frente a él.

Su problema no era ser o verse insensible, su único problema era que no podía conectar correctamente con las personas, al menos no como ellas deseaban. Xiao le dijo cruel esa tarde, JieQiong lo creyó egoísta e incluso YukHei le dijo frío; solo Kun y DeJun no lo juzgaron, ellos parecían entender que no importaba cuánto se esforzara, no podía sincronizarse con las emociones de los demás, por lo que no medía el impacto que podían causar sus palabras o acciones.

Cuando las demás personas estaban alegres, SiCheng no comprendía el origen de esa alegría, tampoco se entristecía por las mismas cosas y mucho menos sufría. Entendía la magnitud de las situaciones, reconocía el dolor de la muerte, la emoción de cumplir una meta e incluso el horror al que eran sometidas otras personas, pero no podía sentirlo de la misma manera, ni siquiera cuando era él mismo viviendo esas situaciones.

SiCheng siempre creyó sentir en segundo plano, las emociones a flor de piel para él no existían, ellas estaban ocultas, provocándole ligeras cosquillas que tendían a pasar desapercibidas.

No, SiCheng no era cruel, simplemente no comprendía.

La única conexión verdadera que sintió alguna vez fue con Qian Kun, el día en que se conocieron. Y tampoco se sentía con la facultad de decir que fue un gran impacto; fue un momento excepcional, se encontraba con un bajo estado de ánimo y se sentía emocionalmente vulnerable por las razones más estúpidas, pero Kun apareció frente a él, sonriéndole con timidez y tendiéndole un pastelillo con una mano temblorosa. Después de una mañana desastrosa y fracasada, SiCheng apenas necesitó de esa sonrisa para sentir que su mundo se iluminaba.

¿Cómo podía dejar a Kun ahora? ¿Cómo podía desligarse del mayor cuando Kun era la única persona que lo conectaba al mundo, la única persona a la que se sentía realmente unido?

¿Cómo podía importarle que Nakamoto Yuta lo juzgara con la mirada cuando Kun era todo lo que habitaba en su mente y corazón?

El japonés lo siguió a la habitación cuando la exposición e interacción social se volvieron demasiado intensas para SiCheng, a pesar de haber pedido que nadie lo hiciera. ¿Qué le importaba a cualquiera de ellos cuán extenuante podía ser esa conversación para él? Sin embargo, a pesar de cuán molesto y cansado estaba, no podía culpar a Yuta por buscar respuestas, le debía eso y más.

Se recostó en la cama que ya no olía ni a medicamentos ni vómito, pero tampoco tenía su aroma, por lo que no se sentía realmente familiar. Estaba invadiendo no solo la habitación de Mark, sino que la vida de todas esas personas de formas que nunca deseó, pero tenía la esperanza de que pronto estaría lo bastante fuerte como para marcharse y buscar a Kun o por lo menos a Rui para alejarla de su madre. Con Kun lejos, SiCheng era la única persona que podía proteger a su hermanita.

—Lo lamento —susurró cubriéndose las piernas con las mantas, sin estar seguro de a qué se refería.

—¿Por qué? —preguntó Yuta sentándose en una silla junto a la cama, la que usaba ChangMin cuando iba a revisarlo.

—Por todo, supongo. —Se encogió de hombros—. Por mentir, por utilizarte, por... todo.

—¿Por qué yo? ¿Pensaste que no comprendería?

Rappelle toi que je vis [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora