36.- MADRES

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YiXing vociferó una maldición y un gruñido que hizo temblar a la pareja frente a él. Eran dos novatos, como frutas verdes recién caídas del árbol, sedientos de alguna aventura y un reconocimiento. Torpes, erráticos, como él mismo lo fue apenas salido de la academia.

Dos niños a los que se les asignó una misión demasiado pesada para sus enclenques hombros. Ellos solo debían observar y comunicarle cualquier irregularidad a Zhou Mi, pero en lugar de hacer su trabajo apropiadamente, siguieron a la mujer que salió corriendo de la casa, creyendo estúpidamente que estaba secuestrando a Rui. ¿Quién, en su sano juicio, no llamaba a su superior al ver eso?

Les gritó, los regañó y lloriqueó un poco frente a ellos, ¿qué le importaba que lo vieran quebrarse? ¿De qué otra forma comprenderían el peso de su incompetencia?

Zhou Mi intentó serenar el ambiente, con palabras reflexivas y comprensivas, evitando por poco que los menores se arrodillaran frente a ellos pidiendo perdón. A YiXing no le importaban ni su miedo ni sus disculpas y mucho menos sus ruegos, todo lo que le importaba era que la madre de SiCheng estaba muerta y el principal sospechoso durante un buen rato fue el mismo SiCheng.

Gracias al cielo las sospechas fueron inmediatamente desestimadas. YooRa declaró a su favor y las razones que ambos tuvieron para sacar a Rui de la casa eran tristemente factibles, SiCheng hizo lo que ellos debieron hacer, fue instintivo y estúpido, pero efectivo.

En cuanto a la muerte de su madre, el menor apenas pudo asimilarlo antes de ser atacado por la policía. ¿Qué estaba haciendo en esa casa –su propia casa, por todo lo sagrado– a esas horas de la noche? ¿Por qué el cuchillo –que no fue el arma homicida– tenía sus huellas? ¿Por qué solo estaba él –herido y desorientado– y el cadáver de su madre cuando YiXing llegó? Preguntas estúpidas, a su parecer, pero necesarias para la investigación. ¿A dónde fue el padre de Kun?, ¿cómo demonios podría saber eso?

En el cuerpo de su madre no había heridas ni señales de forcejeo, solo un corte en la mano y un golpe en la cabeza que le quitó la vida instantáneamente. Evidentemente, el enfrentamiento fue entre SiCheng y otra persona, ella simplemente apareció al final de este y ese fue su propio final. ¿Quién podría creer que SiCheng empujó a su propia madre contra la encimera con fuerza suficiente como para romperle el cráneo?

Y el resto, los rastros de un escape apresurado, sangre y huellas dactilares en las paredes, jarrones rotos y caucho quemado sobre el asfalto. No cabía la menor duda de que hubo un tercero implicado en el suceso y que él era el verdadero culpable.

Su marido intentó abusar de mí —dijo SiCheng con una voz que sonó completamente desconocida en los oídos de YiXing, como si fuera un extraño hablándole a la nada—, ella quiso detenerlo.

Todos vieron su ropa desgarrada, los golpes aún marcados y las heridas frescas en la piel de SiCheng, mordiscos y rasguños por todas partes. YiXing sentía náuseas de solo pensarlo.

Finalmente SiCheng enfrentó los interrogatorios con una templanza que le erizaba el vello del cuerpo. Después del impacto de ver a su madre muerta, YiXing habría esperado verlo enloquecer y caerse a pedazos, lo había deseado, pero SiCheng se estaba enfrentando todo con calma, como si hubiese visto venir la tragedia, como si ni siquiera hubiese querido a su madre. YiXing esperaba que el reconocimiento de la tragedia se abriera paso en su mente y SiCheng se rompiera, porque dejar que el tiempo pasara solo haría más profunda la herida.

Lo dejaron en libertad casi dos días después, entre pruebas médicas, interrogatorios y movilización, SiCheng ni siquiera había podido descansar y tal vez por ese motivo aún no se atrevía a llorar. Como fuera, diferentes personas lo interrogaron incontables veces, lo culparon y exculparon tan rápido que probablemente no se dio cuenta y pronto pudo marcharse, aun cubierto por la sangre de su madre.

Rappelle toi que je vis [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora