28.- PADRES

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SiCheng despertó con el sonido vibrante de la alarma ametrallando su cabeza adolorida. Se retorció sobre las mantas y se dio cuenta de que aún vestía la misma ropa que la noche anterior y que olía a alcohol y humo.

Despertarse desorientado y adolorido no era una novedad para él, aunque el ritmo con que lo hacía sí había disminuido en los últimos meses, el día anterior fue el peor de todos. Tal vez se debía a la fecha que no se atrevía a encarar solo, o tal vez a lo que aún esperaba de ella.

Se arrastró con pura fuerza de voluntad hasta el baño para tomar una rápida ducha e intentar despertar lo suficiente para ir a clases y comprender algo. Incluso si no estaba en las mejores condiciones, ausentarse solo lo obligaría a pasar tiempo consigo mismo y no había cosa que aborreciera más en el mundo que estar solo con sus pensamientos.

Frente al espejo vio arañazos y moretones sobre su torso y no se sorprendió por eso ni el desgaste físico que la ducha no aplacó. Suponía haber superado la etapa del despecho, eso de ir de cuerpo en cuerpo buscando el calor que había desaparecido ganándose solo problemas al final estaba en el pasado, pero su cumpleaños pareció abrir todas las heridas que se había esforzado por cerrar con el tiempo.

Le bufó al espejo antes de salir envuelto en una toalla, estremeciéndose en el camino hasta su habitación. El clima no estaba realmente frío, pero su cuerpo no podía procesar la tibieza de las estaciones por mucho que se abrigara o brillara el sol.

Se preguntó en voz baja por cuánto tiempo más debía soportarse de esa manera, estaba cansado de sí mismo y su autocompasión.

Se vistió rápidamente y se dirigió a la cocina cuando estuvo satisfecho con su apariencia. A pesar de sentir el estómago revuelto por el alcohol que había consumido la noche anterior, se convenció de buscar algo de comida o estaría deseando morir a mediodía.

En el refrigerador un pequeño pastel cubierto de crema blanca le deseaba un buen día y feliz cumpleaños, provocando que un inconsciente gemido escapara de su garganta antes de cerrar la puerta con fuerza y recargarse en ella.

El año anterior no había tenido pastel de parte de sus padres, Kun lo convenció de recibir su nuevo año de vida en su casa –ya que su padre estaría en un congreso en Beijing por una semana– y él, por supuesto, aceptó luego de convencer a sus padres que celebrarían en familia el fin de semana.

Kun solo le había cantado la canción de cumpleaños feliz mientras sostenía un pequeño pastelillo con crema celeste en la cima y una vela cuya llama se agitaba por su nerviosismo. Tal vez fue por las mejillas sonrojadas de Kun, su pericia en cuanto a celebraciones o el hecho de que había estado desnudo en el proceso y SiCheng apenas podía aceptar que existiera alguien tan perfecto como el mayor, pero nunca podría olvidar ni mucho menos superar ese día.

Kun, completamente inocente e inmaculado, se había entregado a él de pies a cabeza, en cuerpo y alma; o eso fue lo que SiCheng creyó y un año después aún no podía descifrar.

—Pensé que no estarías en condiciones de desayunar—. La voz de su padre lo sacó de golpe de sus pensamientos y le provocó golpearse con la puerta del refrigerador—. Feliz cumpleaños, por cierto.

Por primera vez escuchó los suaves acordes de Mariage d'amour provenientes de la sala y se fijó en la figura solitaria de su progenitor que movía la cabeza al ritmo suave de la música. A su padre le encantaban los solos de piano, las poesías suaves y las pinturas con lápices pasteles. Si bien SiCheng había heredado el gusto por las artes de su padre y admiraba las interpretaciones de Clayderman tanto como él, sintió que su estómago se retorcía con asco al escuchar esa, su pieza favorita.

Rappelle toi que je vis [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora