ChenLe despertó por el sonido vibrante y estruendoso de golpes aporreando una puerta. Se arrastró como pudo por el sillón en que estaba y se desenvolvió de una solitaria manta que le cubría solo una pierna antes de conseguir llegar a la puerta, sin detenerse a ver al culpable de tal perturbación.
Estiró el cuello y se sacudió un poco, sintiendo asco por el aroma perenne del alcohol que lo cubría, mientras se dirigía a la cocina. El recuerdo efímero de la mirada emocionada de Kun la noche anterior le provocó sonreír abiertamente, por lo que decidió prepararle el desayuno como un regalo aparte. Eso y el dolor de cabeza que no le permitiría volver a dormir.
¿En qué estaban pensando su primo y sus amigos cuando le permitieron beber de esa manera? Era la segunda vez en su vida que lo hacía, ¿por qué no se detuvo cuando recordó las consecuencias de la primera? Porque su hígado aún lo recordaba perfectamente.
Kun, obviamente, había estado muy distraído como para darse cuenta, o muy adolorido.
—Mierda—. Si sus abuelos se enteraban, si ellos tan solo llegaban a sospechar que Kun estaba sufriendo algún tipo de daño o no era realmente feliz, ellos desatarían la guerra contra su padre. A los abuelos Zhong no les importaba el prestigio ni las apariencias, tenían el poder suficiente como para levantarse incluso más imponentes después de cualquier agravio de Kun, ya lo habían comprobado.
Machacó un poco de frutas y preparó algo liviano para sí mismo, su primo y SiCheng, que probablemente encontró la oportunidad perfecta para meterse entre las sábanas del mayor. El resto de los habitantes de ese departamento infame debía estar durmiendo aún o maldiciendo su resaca, como él estaba haciendo.
En silencio se prometió obedecer a su madre y esperar otros cuatro años para volver a beber, así su hígado maduraría por completo.
Con una bandeja cubierta de todo lo comestible que encontró, golpeó tres puertas antes de encontrar la habitación en que Kun y SiCheng durmieron, que era la única que tenía el seguro puesto.
—¿Kun ge, estás ahí?—. Pegó los labios al marco de la puerta y masculló contra la madera. Agudizando el oído, escuchó pasos después de haber gritado un par de veces más el nombre de su primo.
Un despeinado y ojeroso SiCheng le abrió la puerta y le indicó hacer silencio después de abrirla suficiente para que entrara sin golpear el marco con la bandeja, conociéndolo perfectamente y a su innata tendencia a romper todo lo que tocaba.
—Traje el desayuno —susurró sin ánimos de despertar a Kun, que se veía demasiado cómodo babeando el cojín, y dejó la bandeja sobre un escritorio que Win Win acababa de despejar para él.
Aún estaba medio dormido y desorientado, pero sus sentidos terminaron de despertar cuando vio un brazo deslizarse por la parte desocupada del colchón, buscando algo que definitivamente ya no estaba ahí. Los dedos de Kun se estiraron y estrujaron la cama al tiempo que su respiración se aceleraba.
—¡Mierda!—. SiCheng corrió de vuelta a la cama y Kun gritó antes de que pudiera alcanzarlo, arrinconándose contra la pared mientras abría los ojos cubiertos de un pánico tan profundo que ChenLe sintió su espalda erizarse—. ¿Kun ge, estás bien?
Kun los miró sin verlos realmente, respirando de forma agitada, paseando la mirada de uno a otro y pestañeando con dificultad, finalmente estiró una mano hacia SiCheng hasta que rozó sus dedos y lo jaló en un abrazo apretado.
—Lele—. Estiró la otra mano hacia él y lo llamó para unirse al abrazo.
Sintió sus piernas flaquear cuando escuchó su voz en hilo, como un niño pequeño pidiendo ayuda. La última vez que se vieron en China creyó que nunca volvería a escucharlo de esa manera, tan frágil que dolía, porque pensó que Kun viviría mejor en Corea, pero aparentemente estuvo equivocado.

ESTÁS LEYENDO
Rappelle toi que je vis [WinKun/KunWin]
Fiksi PenggemarRecuerda que estoy vivo ~ Ser hermano de SiCheng se sentía como estar muerto, frío y distante. Ser hermano de Kun era someterse a la agonía perpetua. Aferrarse el uno al otro era lo único que los mantenía vivos. La relación de los hermanos Qian es...