Al llegar al trabajo, Steven comenzó a realizar sus labores recibiendo a sus clientes hasta tempranas horas de la tarde.
Llegadas las cuatro todo el lugar se encontraba completamente vacío, lo normal cada domingo.
La única clienta que faltaba por llegar era Camila, una joven de cabello castaño y de aspecto angelical, con quién Steven tenía muy buena química.
"Bueno, supongo que es hora de tratar con el brabucón", pensó él. Se dirigió al vestuario, sacando las llaves de su gabinete para tomar la pokeball de entre sus pertenencias.
— ¡Un momento! — Pensó en voz alta, con la esfera bicolor entre sus manos. — Estuve tan preocupado por ayudar a Tommy... ¡Que nunca pregunte qué clase de pokemon era!
El joven contemplo la pokeball por unos instantes, como si fuera capaz de augurar una catástrofe.
— Tranquilo Steven. — Se dijo a sí mismo. — Si este pokemon fuese agresivo Tom ya me lo habría comentado... ¡A lo mejor solo se trata de uno pequeño el que ha terminado por desordenar su casa! ¿Acaso no sabré yo lo exageradas que pueden llegar a ser las madres?
Y con aquel último pensamiento, Steven finalmente libero al pokemón.
Se trataba de una Gardevoir, un pokemón con una apariencia muy femenina y bastante frágil. Ella miraba a su alrededor con una expresión de curiosidad, semejante al de una niña pequeña.
Steven suspiro al ver que sus más grandes temores se desvanecían.
La curiosa visitante dejó de prestar atención a lo que se encontraba en su entorno para ver directamente a los ojos del aliviado humano. Cuando este le devolvió la mirada, pudo apreciar lo bello y femenino que era su rostro, ruborizándose levemente por el tan cercano contacto.
— Hola — Saludo él. — Mi nombre es Steven, soy el amigo de tu entrenador.
Ella se acercó hasta el humano, colocando su rostro a escasos centímetros del suyo.
— Espero poder ayudarlos con su problema de compatibilidad. — Continuó Steven. — Tommy es un buen entrenador, tiene muy buen corazón y sé que sabrás lidiar con él en muy poco tiempo.
Gardevoir lo miraba, algo extrañada, moviendo su cabeza de lado, tal como lo hacen los cachorros.
Al ver esto, Steven se sintió como un completo tonto.
Resultaba ser que la imagen tan humana, que ella irradiaba, le hizo creer que era capaz de entender todo lo que él estaba diciendo. No obstante, la experiencia que él tenía con los pokemons en su infancia le dejo en claro que ellos apenas pueden llegar a un grado de inteligencia semejante al de un niño pequeño.
Mientras tanto, su visitante pokemon lo observaba con cierto interés.
— ¿Garde...? — Dijo ella, como si estuviese preguntando algo.
Steven, aun ruborizado dela vergüenza, desvió su mirada hacía otra parte.
— ¿Qué es lo que debería de hacer? — Se preguntó el instructor. — Si se tratase de un pokemon temperamental hubiese tratado de ganarme su confianza con bayas o pokecubos... ¡Pero este claramente no es el caso!
Por su parte, Gardevoir parecía entender que su compañero temporal estaba nervioso, por lo que, y como si se tratase de un niño, le dio unas cuantas palmaditas en la espalda, dándole a entender que todo estaría bien.
— Lo siento mucho, Gardevoir. Tu entrenador me comento que tenía un problema de obediencia contigo aunque, por lo que puedo ver, eres bastante atenta y servicial. — Dijo Steven, con mayor confianza. — ¿Qué tal si vamos a repasar algunos de tus movimientos?
— ¡Garde! — Respondió ella, en forma afirmativa.
Steven le indicó la salida del vestuario a su nueva compañera, dirigiéndose ambos hacia el primer nivel.
Cuando pasaron por la sala de fitness, ella se sintió cautivada por los numerosos accesorios (tales como pesas pequeñas y mancuerdas) y por los espejos que abundaban en el lugar.
— Veo que te llama la atención nuestro equipo de entrenamiento. — Dijo sonriente Steven.
Gardevoir parecía querer descifrar la utilidad de una pesa color rosa que tomo del suelo, sujetándola erróneamente, tal como si fuera un martillo.
Al verla así, Steven soltó una leve risa.
Gardevoir lo miro a través del espejo, ruborizada de vergüenza.
— Es una lástima que solo te quedes un día. — Comento Steven. — Sino yo mismo te habría enseñado a utilizar las pesas correctamente.
Steven se dio la vuelta para tomar otro accesorio de entrenamiento y mostrárselo al curioso pokemón. De pronto, sintió como una misteriosa voz resonaba como un eco en alguna parte del salón.
— "¿Un solo día? ¿Por qué tan poco tiempo? "
Steven se sintió desconcertado por lo que acaba de oír, pues no había nadie más en ese establecimiento que él y su pokemón. Que locura.... Debo de estar muy cansado para empezar a escuchar a este Gardevoir hablar, pensó.
— "Es verdad. Nadie podrías ser capaz de escuchar a un Gardevoir hablar ¿No es así?" — Replico la misteriosa voz, justo antes que Steven volteara absorto.
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Complicada compañera
FanfictionUn joven instructor de gimnasia decide ayudar a su pequeño vecino a lidiar con un Pokémon problemático, sin saber que aquella experiencia cambiaría su percepción sobre estas criaturas.