Me he quedado en casa de un amigo de hace mucho tiempo, es azafato y viaja mucho, así que ya se ha ido, y me ha dejado en la estación de tren.
Tengo dos opciones o cojo el tren dirección a Seattle, o lo cojo en dirección contraria y desaparezco. Nada me ayuda a decidirme, no tengo móvil porque lo perdí dentro del taxi, no sé si alguien me necesita, sólo sé lo que yo necesito.
Christian me ha hecho mucho daño, pero a pesar de todo, le amo, y aún que ahora mismo mi corazón esté muerto, sólo él sabe como revivirlo y hacerlo funcionar de nuevo. Él sabe como hacerme feliz, a su extraña forma, pero intensa y que deja con ganas de más.
Él era muy diferente cuando le conocí, conmigo ha ido cambiando, pero ahora ha vuelto a ser como era, y me hace daño. No puedo volver a intentarlo, ya lo he intentado demasiadas veces.
Dejo pasar otro tren, ya son las 8 a.m, aún puedo llegar al trabajo y verle, aún puedo cambiarlo todo, aún puedo coger el tren dirección a la plena felicidad. Aún puedo seguir soñando que todo cambiará.
El reloj de pared de la estación y su tic tac, me hace temblar. Están pasando los trenes, los minutos, hasta pasadas las nueve. Una hora pensando, reflexionando aún sabiendo desde un principio lo que mi corazón me manda hacer.
Cojo el tren, dirección a Seattle, a mi trabajo.
Necesito volver por mucha baja que me hayan dado, yo quiero seguir allí, verle de alguna forma, aún que no seamos nada, más que recuerdos y miradas cargadas de tristeza, promesas escritas en la arena, que el mar ha borrado al venir.
Estar con Christian ha sido un sueño, el cual me gustaría que ahora fuera real. Un sueño intenso con un amargo final. Un sueño convertido en pesadilla.
Saco mi pequeño espejo, y me retoco el maquillaje. Tengo que aparentar fuerza cuando esté allí, volver a tener mi personalidad y mi dignidad. Esta vez haré lo que tengo que hacer, trabajar y no ilusionarme con él, no darle nada, pero estar, porque le necesito a pesar del daño que me ha hecho.
Bajo del tren, y camino hasta mi trabajo. Voy dispuesta a cambiarlo todo, demostrar lo que valgo y no dejarme despreciar. Simplemente ser yo, la misma Ana de siempre, pero reservada con las ideas claras, sabiendo cada cosa como es y lo que es. Un ex es un ex, intocable, irrecuperable, imposible, no se le puede dar cariño, anotar en negrita para no olvidar esto.
Cuando llego a la empresa, nada más entrar, me cruzo con todos, y corren hasta mí.
- ¡Dios mío has vuelto! - Grita Yolanda
- ¡Esa Ana, que alegría verte por aquí! - Me abraza el contable. En realidad los dos. Lo hacen todo juntos
- Nena, mirate, que guapa eres - Vero también me abraza
- ¡No!, ¡Ana, eres tú! - Evelyn corre a abrazarme
Me dejo de abrazos y veo a Christian con mi hijo. Si hubiese cambiado algo, hubiese venido a saludarme o a decirme algo, aún que fuera decirme que recupere las horas pérdidas y me pase toda la semana haciendo horas extras.
Me armo de valor y me acerco a él. Sólo voy a hablar de trabajo.
- Ana - No sé descifrar su mirada. No sé lo que se le está pasando por la cabeza ahora mismo
- Jefe - Ya no pienso llamarle ni por su nombre. Es un ex, no un ser querido
- Hablemos en mi despacho - Estoy de acuerdo. Quiero ponerme al día con lo que nos espera
- Hola mi vida, ¿has hechado de menos a Mamá? - Le cojo a mi hijo de sus brazos y le doy tiernos besos en la mejilla
- ¿Podemos hablar? - Pregunta otra vez Chrisrian
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Mi jefe, mi Ex
FanfictionEl mundo en realidad es pequeño, por eso puede darse la casualidad de que tu jefe, resulte ser tu ex.