CAPÍTULO 11

164 20 3
                                    

Marion no estaba bien. El cáncer se la estaba llevando a una velocidad alarmante.

Apenas habían pasado nueve meses desde que nos habíamos enterado de su diagnóstico y ya nos estaban diciendo que nada había funcionado. Ni la cirugía, ni la quimio, ni las terapias alternativas.Marion se apagaba cada día y junto a ella Steve, mi padre, parecía apagarse de igual forma.Que mi pareja estuviese prácticamente destrozada era solo una anécdota.

Las cosas con Julia no habían mejorado entre nosotros pero yo tenía muy claro que éste no era el momento para darla por definitivamente acabada. Cuando mi madre nos dejara quería que tuviera al menos la ilusión de que sus hijos eran felices. Layla y Lydia lo eran y yo podía fingir.

La enfermedad de Marion nos estaba consumiendo. El cáncer se había extendido y los resultados de las últimas pruebas no habían sido buenos. Según los médicos no había nada que se pudiera hacer por salvar su vida. Lo único que nos recomendaban era hacerle feliz.

Julia y yo volvimos a la casa desde el hospital en silencio.

En momentos como éste, la frustración me hacía sentir resentimiento contra mi mujer. No había relación directa pero yo no podía dejar de pensar en lo que hubiese querido hacer por hacer feliz a mi madre y no podía. Mi madre moriría sin haber tenido nietos porque la mujer con la que yo vivía nunca había reconocido realmente que no pensaba hacer nada para cambiar esa situación. Su única alegría había sido presenciar la boda de mis hermanas, pero yo no había tenido una boda y ni siquiera le había dado nietos que lo compensaran.

Tal vez lo peor fuese saber que ella moriría sabiendo cuánto deseaba yo tener hijos y lo improbable que era que eso finalmente sucediera. Y la gran causante de todo ese dolor era Julia. Era difícil no sentirse resentido con ella.

Detuve el coche delante de la entrada de nuestra casa. Galadriel nos esperaba acurrucada en el balancín del porche. Sabiendo que era a mí a quien Gala buscaba Julia entró en la casa después de un escueto hola.

—Hola, ratoncito —musité antes de sentarme a su lado.

Como un imán se acurrucó contra mí y la rodeé con mis brazos sintiendo su calor.

No sé cuánto tiempo estuvimos allí en silencio simplemente meciéndonos en el balancín.

—Papá dice que la abuela Marion no va a mejorar —dijo Gala después de mucho rato.

Galadriel había sido siempre para Marion la nieta que no había podido tener y ambas se amaban con locura. Gala era afortunada con sus dos abuelas de sangre pero Marion nunca había sido para ella menos que una abuela más. Mi madre la había adorado y consentido desde niña como todos lo habíamos hecho, y Gala, que siempre había sido una niña amorosa y cariñosa la había adorado durante toda su vida.

—No —reconocí con un suspiro cargado de tristeza —Los médicos dicen que no le queda mucho tiempo de vida.

—¿No hay nada que puedan hacer?

—No. Los tratamientos no han funcionado y seguir haciendo algo solo le restará calidad de vida al tiempo que le queda y no es lo que ella quiere.

—¿Qué es lo que ella quiere?

—Disfrutar el tiempo que le quede de vida.

—¿Cuánto tiempo es ése?

—Un par de semanas, un mes a lo sumo —le informé con dolor.

—¿Va a morirse en un mes? —inquirió Gala alejándose de mi abrazo para observarme sorprendida y angustiada.

No pude más que asentir. Galadriel se quedó pensativa.

RatoncitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora