CAPÍTULO 24

164 17 2
                                    

Pero mi paciencia y aceptación ante la presencia de Galadriel no duró más que dos días.

Al tercer día, después de haber pasado una noche soñando con mi pequeño Milo me desperté sintiéndome loco por tomarme un trago.

Abandoné mi habitación y me fui directo a la despensa cuando recordé que no había alcohol allí.

Sintiéndome iracundo y desquiciado comencé a tirar todo lo que había en la despensa pensando que era imposible que Gala se hubiera realmente deshecho de todo el alcohol.

—¿Qué haces? —la voz adormilada de mi actual tormento me hizo voltearme.

Vestida con un ridículo pijama de Charlie Brown, Gala me observaba somnolienta desde la puerta de la cocina.

Se veía exquisita y dulce con sus ojos hinchados, sus mejillas sonrojadas y su cabello recogido en una coleta despeinada.

Era una visión sexy y deliciosa y yo la adoraba pero en ese momento solo la odiaba por estar haciéndome lo que me hacía.

Desquiciado lancé al suelo una caja de cereales que desparramó su contenido por el suelo.

—¡Déjame en paz! —grité iracundo —¡Vete! ¿No lo entiendes? No te quiero aquí. Quiero que te largues y me dejes en paz.

—No voy a irme —discutió con un tono monótono y un bostezo —No voy a dejar que vuelvas a intentar hundirte.

—¿Es que no entiendes que ya estoy hundido? No quiero salir a ninguna parte.

—Sé lo duro que es, Ethan, y por eso mismo, porque sé lo que sientes, sé lo difícil que es estar solo y lo fácil que es dejarte ahogar.

—Tú no entiendes una mierda —gruñí pero sabía que ésa no era la forma en que lograría escabullirme e intenté probar algo diferente —No voy a ahogarme, Gala. Solo necesito una copa —pedí mirándola implorante —Te prometo que solo será una copa. Una copa para pensar en otra cosa.

—¿Y después qué, Ethan? Crees que una copa te hará olvidar a Milo, pero no lo hará, y luego tomarás otra y otra más, hasta que entiendas que nada te hará olvidarle.

—Nunca olvidaré a mi hijo —dije entre dientes.

—Y no debes hacerlo. No debes olvidarle pero hundirte en la miseria hasta morir no cambiará nada.

—Soy un adulto y me hundiré si es eso lo que quiero —rugí acercándome a ella acechante —Tú no eres más que una cría que no tienes derecho alguno a inmiscuirte en mi vida —Gala dio un paso atrás hasta toparse con la pared —Ahora tú, niñata estúpida, vas a devolverme mis tarjetas de crédito y vas a largarte de mi casa —gruñí amenazador.

—No voy a hacerlo —musitó con firmeza aunque encogida.

Su terquedad me exasperó.

—¡Deja de cabrearme! —grité mientras mi puño golpeaba la pared junto a su cabeza.

Las manos de Galadriel subieron a su rostro temerosas.

Me asusté yo más que ella cuando la vi encogerse esperando que la golpeara.

No iba a golpearla, nunca lo haría. Yo lo sabía y estaba seguro de que nunca antes en mi vida Gala hubiese podido imaginar que yo lo habría hecho, pero algo había cambiado en mí. Algo había cambiado y le hacía pensar a esa mujer a la que adoraba que yo podría golpearla.

Supe que estaba perdido. Supe que estaba destruido y que no quedaba ya nada del hombre que toda mi vida había sido.

Y fue muy duro tener que reconocerlo.

RatoncitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora