CAPÍTULO 1

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Viernes negro. Once de la mañana.

Había olvidado cerrar las cortinas y el sol fastidioso me despertó con sus malditos rayos sobre mi cara.

Hambriento y sediento pateé las mantas y salí de la cama.

La casa estaba vacía como era de esperar.

Mi padre llevaría horas trabajando. Mi madre seguramente estaría haciendo temblar la tarjeta de crédito, yendo de tiendas con mis hermanas.

Yo agradecía la soledad y tranquilidad de la casa vacía y especialmente este viernes en el que me sentía especialmente relajado.

La noche anterior mi abuela y mis tíos habían compartido con nosotros la cena de acción de gracias.

Cuando todos habían marchado yo me había encerrado en mi habitación.

Los últimos años, después de la cena acostumbraba reunirme con mi mejor amigo, Pete, para dar una vuelta por el pueblo y beber a escondidas algunas cervezas y fumar algo de hierba. Pero este año, Pete se había quedado en casa en compañía de su esposa.

Sí. Sonaba casi ridículo decir la palabra esposa relacionada con un chico de diecisiete, pero desde que ese chico había embarazado a su novia quinceañera hacía ya más de ocho meses, nada de lo que habíamos vivido había sido algo que alguien esperara a esa edad.

Aburrido había abierto mi ordenador y había encontrado conectada en el chat de MSN a Rebecca Sanders.

Rebecca era la mejor amiga de Sandra y como tal ella y yo habíamos tenido que pasar tiempo juntos cuando Peter y Sandra se habían casado, ya que éramos la dama de honor y el padrino respectivamente.

Abrí una ventana y le saludé y rápidamente nos pusimos a contarnos sobre la aburrida noche.

Pasaban de la una cuando nos decidimos a reunirnos para tomar unas cervezas.

Mi familia ya se había retirado así que saliendo por la ventana cogí el coche y conduje a casa de Becky después de pasar por el autoservicio de Apu, al que llamábamos así por su parecido con Apu de los Simpsons, donde compré, de forma ilegal para mis dieciséis años, un pack de seis botellines de Budweisser.

Rebecca salió de puntillas por el costado de su casa y subió a mi coche con una sonrisa.

Me gustaba Rebecca. Era simpática y divertida y nada fea en realidad.

Desde luego que siempre había parecido el patito feo pero eso había sido en comparación a su mejor amiga, Sandra.

Tal vez en eso ella y yo nos parecíamos bastante.

Pero cuando Rebecca se había visto alejada de Sandra debido a la nueva condición de mujer casada y futura madre de su amiga, la tranquila belleza de Becky había salido a la luz.

Hasta el año anterior había conservado su cuerpo aniñado pero este año, sus pechos habían crecido y su trasero se había redondeado.

Su cabello negro lleno de rizos alcanzaba su cintura. Tenía ojos del color del chocolate y unas graciosas pecas que cubrían el puente de su nariz.

Conduje hasta el mirador de Lovers Point Park y detuve el coche algo alejado de los tres o cuatro coches que habían llegado antes que nosotros.

Puse música en el reproductor y tiré mi asiento hacia atrás antes de destapar dos botellines y entregarle uno a Rebecca.

Pasamos las dos primeras horas bebiendo y charlando sobre nosotros, nuestros amigos y muchas cosas más que ya ni recuerdo.

Fumamos algo de hierba mientras Becky me contaba sus planes para las vacaciones de Navidad cuando iría con sus padres a visitar a sus tíos a Nueva York.

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