CAPÍTULO 19

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Esa noche no estaba de espíritu combativo y no tenía ganas de enfrascarme en una discusión sin sentido con mi novia.

No entendía qué diablos había sucedido para que Brittany estuviese de ese humor pero también creía que sería mejor deja que se calmara antes de intentar aclarar qué era lo que yo había hecho para molestarla.

Decidido a enfrentar esa discusión al día siguiente me tumbé en el sofá para ver por enésima vez las reposiciones de la saga de El padrino, pedí unas pizzas y dormí en el salón.

Cuando desperté a la mañana siguiente llamé a casa de mis suegros.

—¿Ethan?—contestó la madre de Brittany.

—Buenos días, Sonia.

—¿Qué es lo que ha sucedido, Ethan? Brittany vino ayer por la noche diciendo que lo habíais dejado —explicó nerviosa la mujer que desde hacía dos años se había convertido en mi suegra.

—Lo sé, Sonia —suspiré cansado —Lo creas o no, no sé qué he hecho para molestarla tanto. Supongo que se siente desatendida ya que esta semana he estado trabajando mucho, pero no te preocupes porque voy a arreglarlo.

—Me quedé muy preocupada ayer cuando llegó a casa —me explicó mi suegra —No dijo nada más que eso y después de ducharse salió de casa y no he podido hablar con ella aún.

—¿No está en casa ahora? —indagué confuso ya que nunca había dudado de que Brittany estaría quedándose en casa de sus padres.

—Sí, sí lo está —me tranquilizó la mujer —Pero regresó esta mañana y ahora duerme. Imagino que haya salido con sus amigas. Seguramente se sentía tan confundida como tú.

—Sí, supongo que sí. ¿Duerme ahora?

—Sí, pero le despertaré.

—No, Sonia, no lo hagas. Seguramente estará agotada. Le llamaré más tarde o dile que le he llamado por si ella quiere llamarme.

Después de cortar la comunicación me senté frente mi ordenador para continuar con mi trabajo del día anterior.

Tenía frente a mí los contratos que habíamos firmado con clientes allegados a Richard Hawks y que cabía la posibilidad de que les perdiéramos si aquel era realmente despedido de Eastcoast.

La indemnización que nos tocaría pagarle sería abultada y, según lo que me explicara nuestro abogado, si la razón esgrimida para su despido era que se había peleado con su mujer, era probable que nos hiciese un agujero financiero al demandarnos por inmiscuirnos en su vida personal.

Si a esto le sumábamos que se llevase consigo sus clientes más importantes, el berrinche de su mujer nos saldría carísimo.

Y si a todo esto yo sumaba que mi propia mujer me dejaba por tener que ocupar tanto tiempo para arreglar el desaguisado que este cabrón estaba generando en la empresa, mi animosidad contra Richard Hawks alcanzaba cotas inimaginables.

Fue después del mediodía cuando me sorprendí al escuchar abrirse la puerta de calle.

Brittany debía haber regresado para buscar algunas de sus cosas pero yo no estaba dispuesto a permitirle marcharse sin que mantuviéramos una buena charla.

No creía que fuera sencillo dado su estado de ánimo de la noche anterior, pero yo amaba a esa chica por lo que no pensaba permitir que nuestra relación se desintegrase así como así.

Poco dispuesto a enfrentar una discusión con mi novia, pero menos dispuesto aún a permitirme perderla sin ni siquiera una discusión salí del estudio.

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