CAPÍTULO 37

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Esta vez todo fue diferente. En solo dos días Galadriel y yo nos olvidamos de los desplantes a los que su padre nos había estado sometiendo en los últimos meses para acabar con su última demostración en el jardín de su casa.

Teníamos cosas más importantes de las que ocuparnos y eso fue lo que hicimos.

La llamada que recibí de Jackson Green, el detective que había contratado, me dio una buena razón para dejar de pensar en Peter y sus negligentes actitudes.

Galadriel aún dormía cuando mi teléfono sonó. Aún recostado en la cama y somnoliento contesté de inmediato para evitar que Gala se despertase. Me desperté por completo en cuanto el detective habló.

—Tengo noticias —dijo y su tono apagado me preocupó.

—¿De qué tipo?

—Diría que algo... preocupantes —reconoció haciéndome temblar.

Salté de la cama y me enfundé en mis tejanos para salir de la habitación y evitar despertar a Gala y que se preocupase.

—¿Qué quiere decir con preocupantes? —gruñí al teléfono —¿Qué ha averiguado de Gerard?

—Le perdimos la pista.

—¿¡Qué!? ¿Qué coño significa eso? —rugí sintiéndome furioso —¿Es consciente de cuánto le estoy pagando? Le contraté porque me dijeron que usted era el mejor detective que podía conseguir y en solo unos días ¿le ha perdido la pista?

El hombre hizo un largo silencio esperando que me calmara aunque no sabía que no habría nada que lograra tranquilizarme después de escuchar sus estúpidas palabras. No podía decir que me había sentido tranquilo y confiado porque nunca olvidaba que Gerard Du Lac estaba en alguna parte en este país, pero me había sentido en cierta forma relajado y sosegado creyendo que ese hombre no se nos escaparía porque había decenas de personas siguiéndole la pista.

Me había equivocado. En apenas una semana ya le habían perdido el rastro y eso significaba que podría estar ahora mismo mucho más cerca de mi mujer de lo que me había imaginado o esperado.

¿A qué grupo de imbéciles había contratado? ¿Quién diablos me había recomendado a este maldito detective de pacotilla? ¿Qué diablos se suponía que íbamos a hacer ahora?

—Necesito que esté tranquilo —dijo el hombre y esperé que se diera cuenta que debería estar agradecido de estar al otro lado del teléfono porque de haberlo tenido delante lo hubiera tomado del cuello.

—¿Cómo me está pidiendo que esté tranquilo después de decirme que el cabrón que envió a mi prometida al hospital podría estar buscándola? —gruñí —Explíqueme ahora mismo qué ha pasado.

Green inspiró profundamente antes de hablar.

—Du Lac entró al país por la ciudad de Jacksonville. Alquiló un coche, un Honda Civic azul. Los primeros días después de su llegada estuvo moviéndose por la ciudad, se dirigió rumbo a Arkansas y luego a Oklahoma, lo que nos confundió pero luego puso rumbo al este.

—¿Al este? —inquirí preocupado —Entonces está dirigiéndose a Monterrey —gemí.

—Es probable —reconoció el detective —Le perdimos la pista ayer por la noche cuando abandonó el hotel donde estaba alojado a la salida de Oklahoma City por la carretera cuarenta.

—¿Cuánto tardaría en llegar a Monterrey?

—Un hombre solo, considerando que deberá hacer varias paradas podría tardar un par de días.

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