CAPÍTULO 23

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Me tomé mi tiempo bajo la ducha para quitarme el asqueroso olor a alcohol y sudor que había mantenido desde mi última ducha hacía tal vez más de una semana. Tuve que recortar mi barba antes de poder afeitarme sin causar muchos destrozos.

Cuando salí del baño vestido con un pantalón deportivo y una camiseta, me sentía físicamente mejor, pero mi cabeza continuaba embotada y mi corazón seguía doliendo.

Mientras había estado en el baño, Galadriel había abierto las ventanas para ventilar la habitación y había cambiado la ropa de cama. Junto a la cama, sobre la mesita de noche había un enorme vaso de zumo de naranjas y un par de pastillas blancas.

Escuché el timbre mientras las tomaba y escuché a Gala hablando con quien después deduje era el chico de la tienda. Esperaba que entre sus pedidos hubiera una buena dosis de alcohol, especialmente para que el chico no se viera obligado a volver.

De espaldas a la puerta de la cocina Gala revolvía algo sobre los fogones. El olor a café recién hecho inundaba la habitación.

—¿Qué haces? —pregunté llamando su atención.

Se volteó hacia mí con una sonrisa radiante. Se había recogido el cabello en un moño flojo y hebras doradas caían junto a su rostro.

—He hecho café —dijo acercándose a la cafetera para servir dos tazas que dejó sobre la isla —Pero tu escasez de alimentos era alarmante y solo pude hacer unos huevos revueltos con bacon y pan de ajo —explicó.

Sacó del horno una bandeja con pequeños bollos, que con ayuda de unas pinzas para no quemarse, colocó sobre una fuente.

—De cualquier forma he llamado a la tienda y ya he llenado la despensa.

—Espero que pidieras alcohol.

—Sí, bueno, algo así... —dijo titubeante pero ignoré su vacilación al probar la exquisita comida.

Me senté frente a los huevos revueltos que Gala dejó frente a mí y no pude resistirme a devorarlos ante su mirada divertida y complacida.

—¿Qué? —ladré al ver la forma divertida y condescendiente en que me miraba.

—Nada —sonrió ella condescendiente —Veo que te han gustado mis huevos revueltos.

—Te han quedado bien —reconocí recostándome en mi asiento y dando un trago a mi café —Supongo que es lo menos que podías hacer, habiendo vivido ocho años en Francia. Si los franchutes no te enseñaron a preparar unas omelettes...

Gala rió y me sacó la lengua comportándose como una chiquilla.

—Estuve estudiando en L'Institut Marangoni no en Le Cordon Bleu.

Asentí sin poder alejar mi mirada de ella mientras intentaba encontrar en esa mujer a la niñita que conocía. En este tiempo se había convertido en una mujer deliciosa capaz de parar el corazón del más experimentado seductor y poner duro a cualquier tipo entre once y noventa años.

—Dice tu padre que te has convertido en una exitosa diseñadora de zapatos...

—Nos va bastante bien —reconoció con modestia.

Gala llevaba tres años trabajando con una socia en la firma de zapatos que, según Brittany, podría aparecer en alguna alfombra roja adornando los pies de las famosas, por lo cual no había tardado en hacerse con un par de zapatos que había comprado por internet.

Yo no sabía nada de moda ni zapatos femeninos pero confiaba en el criterio de mi ex para esas cosas, y si además su opinión era tan positiva respecto a algo hecho por Gala, tendría que creer que era sincera. Brittany nunca había sido una fan muy acérrima de Galadriel y nunca había logrado entender la devoción que yo siempre había mostrado por ella. Después de las primeras cien veces que me lo cuestionara, había dejado de intentar que lo comprendiera.

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