CAPÍTULO 31

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Peter no fue al aeropuerto a despedirse de su hija y era imposible no ver la triste decepción de Galadriel.

Sandra estaba allí y aunque era evidente el recelo con el que veía la forma en que su hija y yo nos besábamos, abrazábamos o tocábamos, nos demostró su apoyo.

Nos pidió tiempo antes de organizar la boda —ella pensaba que Peter acabaría apoyando nuestra relación— y no fue difícil aceptarlo ya que a todos nos hubiera gustado que Peter nos acompañara en aquel día.

Finalmente nos despedimos de nuestras familias para volver a Nueva York y a nuestras vidas.

Gala, preocupantemente silenciosa, miraba fijamente al vacío desde la ventana del avión que nos llevaba de regreso a casa.

—¿Cómo estás?

—Bien —Recostó la cabeza en el asiento y se volteó a verme con una sonrisa que no transmitía alegría en absoluto.

—Sabes que puedes explicarme lo que sea, ¿verdad?

Sus párpados ocultaron sus preciosos ojos que se mostraron húmedos y brillantes cuando volvió a mirarme.

—Había confiado en que vendría a despedirme —explicó —Y tampoco había pensado que pudiera dolerme tanto que no lo hiciera.

—Lo siento, cariño —susurré acariciando su mejilla sonrosada.

—Es mi padre. Le amo y siempre he sido una hija responsable, seria, inteligente. No entiendo por qué ahora tiene pensar que no estoy siendo responsable, o que estoy actuando de forma infantil, inmadura o imprudente.

—¿Crees que eso es lo que él piensa?

—No sé lo que piensa —suspiró —O sí que lo sé pero no puedo aceptarlo.

—¿Por qué no? —susurré.

—Papá cree que esto no es serio para ti y que estás jugando conmigo —reconoció apenada y me aterró pensar que ella lo creyera.

—¿Eso te ha dicho?

—Sí. Él cree que tal vez no lo hagas conscientemente pero dice que es imposible que me ames de esa forma que dices —explicó —Él dice que tú no sabes estar solo y por eso quieres tener conmigo lo mismo que quisiste tener con Brittany o Julia. Él asegura que no estás enamorado de mí sino que lo estarías de cualquier mujer que hubiera aparecido en tu vida en este momento. Por otra parte piensa que es demasiado enfermizo que tú y yo estemos juntos, ya sabes, por eso de la diferencia de edad y también por la relación que hemos tenido durante toda la vida.

—¿Eso es lo que piensa tu padre?

—Sí. Además, por supuesto —agregó con una sonrisa —, de que eres un pervertido, un enfermo y casi un violador pederasta. Y yo una inocente y virginal chiquilla ciega e hipnotizada —dijo haciéndome carcajear.

—¿Tú, inocente y virginal? —inquirí arqueando las cejas —Alguien deberá abrirle los ojos a tu padre y decirle que fuiste tú quien insistió en llevarme a la cama —argumenté.

—Tampoco es que te hayas resistido mucho.

—¿Por qué lo haría si eres hermosa? —retruqué acercándome a besar sus labios.

La miré durante una eternidad mientras mi cabeza trabajaba analizando las palabras de mi mejor amigo.

No podía dejar de comprenderle pero no podía estar de acuerdo con él aunque reconocía que no tenía forma alguna de probar la sinceridad de mis sentimientos porque ni yo era capaz de explicarlo sino solamente de sentirlo.

RatoncitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora