CAPÍTULO 27

224 22 4
                                    

El tiempo que siguió realmente parecía de una vida diferente.

Aún echaba de menos a Milo y me dolía saber que me estaba perdiendo su vida y probablemente nunca volviese a verle, pero ahora creía que mi vida sí tenía sentido y ese sentido se lo daba Galadriel.

Yo había vuelto al trabajo y Gala acudía a diario a su estudio alquilado para trabajar, pero por las tardes no dormía allí sino que volvía a mi departamento para dormir en mi cama, nuestra cama, enredada entre mis brazos.

En esas semanas compartimos con palabras los ocho años de vivencias que nos habíamos perdido del otro.

Hablamos mucho y lloramos mucho rememorando nuestros respectivos peores momentos de nuestra vida pero luego seguíamos juntos reconociendo y disfrutando de nuestro compartido "mejor momento de la vida".

Llevábamos un mes compartiendo nuestra nueva vida de pareja cuando mi jefe me pidió que viajara a Monterrey por un par de semanas.

—¿Cuándo tienes que estar en Monterrey? —preguntó Gala una mañana frente a la mesa del desayuno.

—Debería estar allí el lunes —expliqué después de dar un trago a mi café —Louis quiere que me quede allí un par de semanas para poner al día al nuevo analista financiero pero no estoy nada contento de separarme de ti por tanto tiempo —reconocí estirando mi mano para tomar la suya y llevarla a mis labios.

Gala me observó especulativa antes de sonreír socarrona.

—He pensado que tal vez yo podría ir contigo —comentó con naturalidad —Podría visitar a mis padres y, teniendo en cuenta que ambos estaremos allí podríamos decirles que estamos juntos —agregó mirándome con intención.

No dudo que haya notado mi respingo y odié que pudiera hacerla sentir mal notar mis dudas al respecto.

Soltó mi mano y volvió la mirada a su plato.

—No te planteas contárselos, ¿verdad? —dijo herida y deseé patearme mentalmente por imbécil.

—Ratoncito, nena, sí quiero explicárselo a tus padres —expliqué volviendo a asir su mano —Pero soy consciente de que estarán en contra y tu padre querrá matarme. No puedo negarte que no me gustaría que te hicieran sentir mal. Sé que su negativa te dolerá y yo odiaré que nuestra relación pueda herirte de cualquier forma.

—Puedes estar seguro de que nada me dolerá tanto como que tú te arrepientas de lo nuestro o prefieras dejarlo solo porque crees que mi padre podría estar en contra —dijo y cuando me miró sus ojos estaban llenos de lágrimas.

Me odié una vez más. Me odié por herir a la persona más importante de mi vida. A la mujer que me había devuelto a la vida cuando me encontraba hundido en el más profundo pozo de depresión.

Supe que dejarlo no era una opción. Ya había tenido mi cuota de sufrimiento por esta vida y no estaba dispuesto a provocar una nueva.

Pensar en que lo que estábamos consiguiendo con Gala pudiera acabarse o malograrse acabaría finalmente conmigo y yo no iba a permitirlo

Al diablo con Peter, me dije. Al diablo con sus prejuicios y sus reproches.

Había decidido convertir a Gala en mi mujer. Sin siquiera saberlo la había esperado durante casi veinticinco años. No iba a perderla ahora. Eso nos destruiría a ambos y yo no haría nada que pudiera dañar a ese ángel que era esa mujer.

Gala creía que Peter y Sandra lo aceptarían pero yo sabía con certeza que no. Pero de cualquier forma, con o sin ellos, Gala y yo seríamos uno porque lo nuestro era real, más real que cualquier otra cosa, así que tal vez había llegado el momento de enfrentar los escollos que hubiera en nuestra relación. Porque solo así podríamos seguir adelante.

RatoncitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora