CAPÍTULO 36

179 16 3
                                    


—¿Qué has dicho? —La voz de Gala sonó como un débil graznido y sus ojos se humedecieron mientras sus manos instintivamente cubrían su abdomen.

—No va a acercarse a ti —aseguré acercándome a ella para estrecharla contra mi pecho.

Tal como era de esperar las noticias sobre el cabrón de su ex novio la habían asustado tanto como a mí, aunque yo intentara disimularlo. Después de saber que Gerard había entrado al país, ya no tenía oídos para escucharme explicarle que la policía estaba al tanto y que tenía trabajando para nosotros a un detective privado.

Ella solo veía a Gerard acercándose para lastimarla a ella y a nuestro hijo. No veía que yo estaba y estaría junto a ella para protegerles y no entendía que yo estaría dispuesto a dar mi vida por ellos. Solo pensaba en huir y, aunque por momentos yo estaba de acuerdo con ella, yo sabía que huir no era una opción. Si Gerard tenía intenciones de encontrarla, lo haría sin importar dónde nos escondiéramos. Por lo que huir no serviría. Y si en realidad ese tipo no estaba buscándola, entonces no habría nada que temer y podríamos continuar con nuestra vida y nuestros planes.

—No puedes saberlo —sollozó —¿Y si está buscándome? ¿Y si me encuentra? Me odiará ahora más que nunca después de haber pasado este tiempo en prisión por mi causa.

—Él no fue a prisión por tu causa —rebatí —sino por la suya. Él te lastimó. No podía pretender que tú te quedaras sin hacer nada. Tal vez en la cárcel realmente se haya rehabilitado —agregué aunque ambos sabíamos que no confiábamos en esa posibilidad.

—Eso no lo crees ni tú.

—Tal vez no —concedí —y por eso mismo he contratado al detective para que le encuentre y le vigilen. Si intenta acercarse a nosotros lo sabremos y lo impediremos —aseguré.

Gala me miró y vi en su mirada la enorme necesidad que sentía de poder confiar en mis palabras. En ese momento me sentí impotente. Quería poder hacerle sentir confiada y calmada pero no era sencillo en esa situación. Necesitaba calmarla porque me desesperaba verla tan vulnerable.

Galadriel era y siempre había sido una mujer fuerte, decidida, confiada y segura de sí. Odiaba que el solo mencionar a ese maldito la convirtiera en ese pequeño ratoncito asustadizo y temeroso que me observaba necesitada desde sus párpados entrecerrados.

No podía culparla. Gerard le había robado a su hijo y yo había vivido en mi propia piel el dolor que producía perder a tu hijo. No era raro que justamente en este momento en el que Gala estaba viviendo nuevamente la experiencia de albergar a su hijo en su cuerpo y hacerlo crecer fuerte y sano le invadiera el pavor de volver a pasar por tan dura experiencia.

Ninguno de sus dos embarazos había sido premeditado o buscado pero ambos la habían colmado de alegría, felicidad e ilusión. De ninguna manera podíamos permitirnos perder este momento .

—No pienses en él —ordené con suavidad acercándome a ella para rodearla con mis brazos —Te prometo que no te hará daño alguno. Déjame encargarme de ello. Tú eres la encargada de cuidar de nuestro bebé y yo voy a cuidarte y protegerte a ti —prometí bajando mis labios a los suyos en un intento desesperado de hacerla olvidar.

Cuando invadí su boca con mi lengua se estiró enredando sus brazos tras mi cuello y arqueando su cuerpo contra el mío de forma sexy y lasciva. Mis manos bajaron por sus costados hasta alcanzar el grueso jersey que la cubría. Colé mis manos bajo él y lo levanté para quitárselo por la cabeza y lanzarlo sobre el sofá.

Con movimientos erráticos y febriles arrancó mi camisa. Con nuestros torsos desnudos nos separamos y frenéticos acabamos de desnudarnos. Para entonces nuestros sexos estaban más que preparados para unirse y así lo hicimos cuando Gala me empujó sobre el sofá y sin más preámbulo enfundó mi erección entre las tibias y húmedas paredes de su vagina. Con mis manos amasando sus pechos cabalgó sobre mí dando pequeños gritos y jadeos necesitados.

RatoncitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora