CAPÍTULO 20

152 20 8
                                    

—¿Cuánto tiempo tienes? —pregunté después de nuestro segundo clímax acostado entre sus piernas desnudas y con mi boca besando fervorosa su vientre plano.

—Unas siete u ocho semanas, creo —confesó dudosa.

—Nacerá para primeros de octubre, supongo —dije después de unos rápidos cálculos.

—Los bebés primerizos suelen adelantarse.

—Entonces deberemos darnos prisa si queremos que la boda sea antes del nacimiento —dije sonriente y divertido ante el respingo de Brittany.

—¿Quieres que nos casemos?

—Sabes que siempre lo he querido. Solo esperaba que tú estuvieras lista. Imagino que si vas a tener a nuestro hijo, ya estarás lista para ello.

—Tal vez podríamos dejarlo para el siguiente verano —dijo dudosa —Me gustaría volver a tener una figura estilizada para enfundarme en el vestido con el que sueño —agregó vanidosa y supe que no era capaz de negarle nada a la madre de mi bebé

—Pues será cuando tú lo desees, cielo —prometí —Porque también será divertido que nuestro pequeño te espere junto a mí en el altar —dije y los ojos de Brittany se vieron nuevamente desbordados mientras tiraba de mí para besar mis labios.

Por fin me sentía feliz y realizado, y esa noche después de contarle la buena nueva a mi familia que se alegraron sinceramente, llamé a mi mejor amigo para hacerle partícipe de mi felicidad.

Peter, padre ya de tres hijos, siempre había sido consciente de mi enorme deseo de convertirme en padre. Que por fin lo lograra a los cuarenta le alegraría.

—Ethan —saludó nada más contestar mi llamada.

—¡Voy a ser padre! —grité exultante en el teléfono.

—¡Enhorabuena, hermano! —me felicitó con sincero entusiasmo —Ei, Ethan, felicidades. Me alegro mucho por ti, cuéntame todo. ¿Cómo está Brittany? ¿Cuánto tiempo tiene?

—Britt está bien. Las hormonas la tienen un poco sensible y hoy me la encontré llorando desconsolada pensando que yo no estaría feliz con la noticia, pero la pena se le fue tan pronto como me vio la cara. Apenas tiene unas siete u ocho semanas, y el bebé nacerá para octubre según sus cálculos, pero yo no veo la hora tenerlo en mis brazos.

—Puedo imaginarlo —aseguró Peter —Me alegrará verte sin dormir una noche completa —se burló pero todo lo que pudiera decir sonaba a gloria para mis oídos.

—Tú sabes bien cuántos años llevo esperando este momento y finalmente ha llegado así que creo que ya he dormido bastante en mi vida. Puedo permitirme algunas noches sin dormir.

—Me alegro por ti, hermano, ser padre es maravilloso.

—Lo he imaginado por mucho tiempo y ahora al fin podré comprobarlo —expliqué —No imaginas cómo me siento ahora mismo.

—Creo que puedo imaginarlo. Mis hijos llegaron todos en momentos muy diferentes de mi vida y sin dudas algunos más convenientes que otros pero sabes que no cambiaría ni uno solo de esos momentos.

—Lo sé y creo que es ver lo feliz que te han hecho tus hijos, lo que más me hace desear ser padre también. Pero ahora que lo dices, ¿cómo están tus hijos? ¿qué sabes de Gala? Deberá volver a casa si va a convertirse en la madrina de mi hijo.

Gala llevaba ya más de siete años viviendo en Francia y se había labrado allí un excelente futuro que aunque hacía felices a sus padres, les apenaba demasiado al pensar que difícilmente retornara al país en algún momento.

RatoncitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora