CAPÍTULO 32

182 17 2
                                    


—Cuéntame qué sucedió, cariño —indagué preocupado cuando Gala parecía un poco más tranquila.

—Michelle me llamó hoy —explicó separándose de mí pero sin soltar mis manos —Gerard ha sido puesto en libertad y ha estado en el departamento de Michelle.

—¿Ha visitado a tu amiga?

—Sí. Michelle estaba con su novio, pero se preocupó bastante por la visita. Según Michelle, Gerard no parece estar muy cambiado. Fue buscándome y dijo que él y yo aún teníamos algunas cuentas pendientes —explicó y volvió a hundir su rostro en mi pecho llorando —Michelle le dijo que no me encontraría, que lo mejor sería dejarme en paz pero él aseguró que más de un año en prisión era demasiado tiempo como para olvidarse de quién lo había puesto allí —lloró por fin con desconsuelo asustándome y preocupándome.

—Tranquila, cielo. No te angusties. Te prometo que le mantendremos alejado de nosotros —aseguré mientras mi cabeza comenzaba a barajar todas nuestras opciones.

—Llamé a mi abogado y me confirmó que le dejaron libre sin ninguna medida de nada —continuó —Le entregaron su pasaporte y puede salir del país si lo desea. Podría venir a buscarme si quisiera —sollozó angustiada.

—No lo hará, ratoncito. Pero como sea estaremos preparados por si acaso se le ocurriera hacerlo —prometí.

Lo primero sería hablar con el abogado de Gala en Francia para poder enterarnos de la situación de aquel hombre. Acto seguido me presentaría en la estación de policía y si era necesario iría a la Interpol, pero de ninguna manera dejaría que ese cabrón se acercara a mi mujer y le pusiera en peligro.

Gala era la mujer de mi vida. Y tenía ya bastante con qué lidiar mientras su padre continuara negándose a aceptar nuestra relación.

Cargar ahora con la preocupación y el miedo que le producía pensar en tener que enfrentarse al hombre que tanto daño le había hecho y que tanto le había quitado no era algo que yo estuviera dispuesto a permitir.

Fuese como fuese tendría que mantener a ese hombre alejado de nosotros.

—¿Qué vamos a hacer? —sollozó mirándome implorante.

—Yo voy a ocuparme de todo —aseguré —Y ahora tú y yo vamos a cenar y veremos una buena película. Mañana, cuando en París tu abogado esté trabajando, voy a enterarme de todo y decidiremos cómo actuar.

Gala no pasó una buena noche. Acurrucada entre mis brazos se removía dormida presa de las pesadillas.

Su inquietud me mantuvo despierto gran parte de la noche y para cuando llegó la mañana, mi sueño y mi malhumor me tenían más decidido que nunca a ocuparme de que el cabrón que tanto daño le había hecho a Gala no pudiera acercársele.

Manuel Duprée.

No tenía muy claro si ese hombre me gustaba o no. Me explicaba todo lo que Gala había pasado y me resultaba mucho más duro que lo poco específica que Gala había sido en su momento. Pero que después de contarme con pelos y señales el calvario que Gala había pasado al tener que enfrentarse en un juicio al hombre que a golpes había acabado con la vida del hijo que crecía en su interior sostuviera que la policía aseguraba que ese malnacido estaba rehabilitado, era algo que se escapaba a mi entendimiento.

Pero sus palabras no lograban dejarme tan tranquilo como él parecía sentirse.

Me había explicado la situación y yo no entendía qué le hacía sentirse tan confiado.

Gerard Du Lac había salido en libertad y se le consideraba perfectamente apto para reinsertarse en la sociedad. Era cierto que le habían devuelto el pasaporte y estaba por tanto autorizado para abandonar el país cuando quisiera pero Duprée no veía razón para sospechar que pudiese querer venir a por Gala. Según él, Gerard, había reconocido su error y se había arrepentido de sus actos.

RatoncitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora