Y abrió los ojos.
Estaba sudado y le costaba respirar. Había vuelto a ocurrir, otra vez, otra vez esa maldita pesadilla que le perseguía cada noche desde hacía una semana. Cada noche era igual. Siempre era el mismo sueño y siempre se despertaba con un extraño malestar que le impedía volver a cerrar los ojos.
Soñaba que, al fin, era libre y feliz. Que andaba por una calle saludando a la gente, sin preocupaciones, sonriendo y silbando. Ya no sentía presiones y angustias, vivía sin dolores de cabeza. Podía respirar tranquilamente. Pero de pronto, oía un ruido, el cielo dejaba de ser de ese azul encantador y se volvía de un gris aterrador. Una gota le mojaba su oscuro pelo, otra gota le caía en la mejilla y otra le caía contra su zapato. Empezaba a llover, y en un instante se formaba una tormenta. Relámpagos, truenos, agua y viento. Y él, tenía que refugiarse.
Corría en busca de un cobijo pero su pie le fallaba y resbalaba. Un rayo caía delante de él. La calle se empezaba a inundar y él no podía seguir. Pero de la nada, él oía su voz. La voz que tanto quería, deseaba y amaba. Era ella. Le llamaba desde una puerta. Y poniendo todo su esfuerzo en ello, se levantaba y a trompicones allanaba esa estrada, dejándose caer en el suelo jadeando, calado y fatigado. Al fin estaba a cobijo.
Pero a su alrededor no había absolutamente nada ni nadie, sólo había oscuridad y sombras. Ella no estaba. La llamaba pero no aparecía. Hasta que, de repente, sentía un pinchazo. Se empezaba a encontrar mal, mareado y débil, no era consciente de nada y sangre corría a su alrededor. ¿Era suya la sangre? Eso parecía pero... ¿cómo? ¿que? ¿cuando? Se tocaba el abdomen, su camiseta no estaba mojada de lluvia, estaba mojada de su sangre. Gritaba ayuda, imploraba ayuda pero nadie aparecía en su rescate. No podía más, no podía controlar más su cuerpo y sus ojos se empezaban a cerrar solos. Pero antes de cerrarlos definitivamente, ella aparecía, le miraba a los ojos y dibujaba una sonrisa en su cara.
Suspiró. Ya había pasado todo.
Pasó su mano por su sien secándose el sudor y se incorporó para buscar su teléfono móvil en la mesilla de noche. 7:46. Aún era buena hora. En unos minutos sonarían las alarmas y su día comenzaría. Su primer día de los nueve que les esperaban en Lisboa. La llegada había ido bien, un par de entrevistas al aterrizar, se mostraron sonrientes y alegres, se comieron un par de pastelitos de nata típicos del país, fueron al hotel a dejar las maletas y luego a cenar bacalao. Nada complicado.
Agotado, salió de un salto de la cama y se dirigió al moderno baño de la habitación. Cerró la puerta con máximo cuidado, abrió el grifo y se mojó la cara para despejarse. Pero no lo logró, aunque lo intentase evitar a toda costa, las imágenes de la pesadilla volvían a él y le perseguían. No podía más. Refunfuñó y se miró en el espejo en busca de tranquilidad, pero fue acto en vano. Como en el sueño, le dolía el abdomen y se encontraba débil.
Salió del baño y se dirigió de nuevo a la cama. Intentaría reposar esos pocos minutos de sueño que le quedaban. Sólo quería descansar y hacerse un ovillo, olvidarse de todo y rehacerse. Se tumbó y se giró, clavando su mirada en ella.
Ella, que no se había enterado de nada, que seguía inmóvil a su lado de la cama, con su pelo alborotado por la almohada, sus delicadas manos reposando a cada lado de su cabeza y su rostro siendo el puro reflejo de paz. Sonrío. Le encantaba verla dormir, le transportaba a la academia cuando compartían esa aislada y pequeña cama los dos, ajenos de todo lo que ocurría en esa caótica habitación, hablando hasta la madrugada, abrazándose y queriéndose.
Antes buscaba la tranquilidad en su reflejo pero realmente había encontrado la calma en ella. Oía su ligera respiración, era música, un acorde menor.
Las alarmas no tardaron en sonar, cada móvil reproducía un sonido diferente al otro, creando una atmósfera de ruido y bullicio.
—No... Por favor... —murmuró una dormida Amaia sin abrir los ojos. En lugar de estirar su brazo para parar la alarma, decidió taparse la cabeza con las sabanas deseando que todo eso fuera un sueño y pudiese seguir durmiendo.
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Nosotros
FanfictionAbril-Mayo de 2018. Después de una mala racha, llega la noche X, la noche en que lo cambió todo entre ellos. La magia desapareció, la complicidad se esfumó y la paz huyó... Pero por contrato, ellos tienen que seguir siendo los de siempre, por lo men...