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No me desperté del todo hasta media mañana. El cielo estaba de un azul claro al otro lado del vidrio tintado, diminutos cúmulos de nubes manchaban superfecta superficie. Sintiéndome algo atontada, me lavé los dientes con el cepillo y dentífrico que proveía el hotel y me vestí.

Parecía extraño estar vistiendo shorts en medio del invierno pero el ambiente climatizado del hotel estaba diseñado para que fuera siempre verano en su interior. Mi estómago gruñó. Investigué los contenidos del frigobar y me serví un bocadillo de chocolate con una Coca Cola, luego me senté a esperar. Estaba en el medio de una crisis pero las cosas estaban extrañamente calmas. Como en el ojo de la tormenta.

No me atreví a intentar contactar a Nathan nuevamente. Probablemente O’Halloran estuviese despierto y atento y no sabía lo suficiente acerca de romper escudos como para intentarlo. Sólo esperaba que Nathan haya recibido mi mensaje de no venirse corriendo. Necesitábamos un plan para que me sacaran, no un segundo rehén.

Hubo un llamado a la puerta. No la clase de comportamiento que esperaría de mis secuestradores, debido a que en las otras situaciones estaba amarrada a una silla en un lugar mugroso y muriendo de casi hipotermia. Se abrió para revelar a Gator trayendo una bandeja.

— Levántate y brilla, pastelito. ¿Dormiste bien?

— No realmente.

Ignorando esto, Gator tiró la bandeja sobre la mesa junto a la ventana. — El desayuno. Come rápido. El jefe quiere verte.

No estaba segura de que pudiera entrarme algo. Habiendo decidido no enfurecerlo al rehusarme a cooperar por tan pequeña cosa, elevé la cubierta.

Nop, mi estómago no pasaría esos huevos. En su lugar, bebí el jugo de naranja y le di unos mordiscos a la tostada. Gator no se fue. Se quedó de pie frente a la ventana, fingiendo ver las aves que volaban sobre los edificios, dándome una buena visual de su coleta, la cual tenía sujeta con una gomita de cuero. Parecía de buen humor, para nada crispado para alguien que era parte de un secuestro.

Caí entonces en la cuenta de que, quien fuera que estuviera detrás de todo esto, debía controlar todo este hotel o de lo contrario Gator estaría menos relajado de tenerme retenida aquí.

— Ya tuve suficiente, gracias. — me paré. El hecho de que fuera a conocer al jefe cara a cara, no auguraba nada bueno para lo que tuvieran planeado para mí.

Intenté pensar en un escenario en donde ellos no me mataran para proteger susidentidades al finalizar todo esto y no pude imaginar ninguno.

— Bien, vamos.

Me tomó firmemente de la parte superior de mi brazo y marchamos hacia el pasillo. Giramos a la izquierda, pasamos junto al elevador hasta una sala de espera. A través de las ventanas escarchadas, pude ver a personas sentadas alrededor de una mesa de juntas. Gator tocó una vez, esperó a la luz verde, y luego entró conmigo a rastras.

El miedo hizo a las imágenes más nítidas. Traté de absorver cuanta
información pude, sólo en caso de que por milagro quedara libre. Tres personas estaban sentadas en la mesa.

Mis ojos se desviaron hacia el más viejo: un hombre con el cabello teñido de negro y precario bronceado, maltratando a su Iphone. Su traje gritaba de diseñador, aunque sus elecciones de corbata no lo hacían: la de hoy era una de tonalidad mandarina que contrastaba con su piel. Tenía el asiento en la cabecera. Al otro lado se sentaban un hombre más joven y una mujer. El parecido familiar era bastante grande como para que me arriesgara a pensar que estos dos eran los hijos o parientes cercanos.

Y los conocía perfectamente bien.

— Aquí está ella, Sr. Kelly. Esperaré afuera. — Gator me dio un pequeño
empujón hacia la mesa y salió. El sr. Kelly se me quedó mirando sentado por un rato, sin hablar, sus dedos tocándose en forma de arco. Los otros claramente estaban esperando a que él diera el primer paso, lo que me dejó a mí varada. Sólo sabía que los Benedict habían ayudado a condenar a dos de la familia Kelly. Y uno de ellos había hecho  negocios con  mi padre antes de llegar a Estados Unidos.

Hija De NarcotraficantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora