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Me había escapado con Nathan una horas más tarde cuando estuve con los chico haciendo algunos juegos. Mi boca dolía por la parte de atrapar las manzanas en el agua, lo cual para, Luke fue sencillo.

— ¿Lista? — me preguntó.

— Aja. — respondí — ¿Adónde vamos a ir?

— Vayamos en dirección a tu casa. Hay una cafetería en la Calle Principal que debería estar abierta.

— ¿Es eso seguro? — cuestione.

— Debería serlo. Iremos a uno de los reservados del fondo. Tanto como aprecio el valor del buen camuflaje, no quiero sentarme con esta máscara toda la noche. — resopla.

Mantuve en alto la máscara de calavera. — ¿Debería ponérmela de nuevo? Me siento realmente estúpida usándola.

Se ríe. — Deberías considerar que la gente puede ver quién está usando el traje de esqueleto si no lo haces.

— Buen punto. —  Me la coloqué nuevamente luego no pude evitar reírme de nosotros mismos. — Esta es nuestra segunda cita, ¿Verdad?

Asiente. — ¿Ves? te dije que se me ocurriría algo mejor. — entrelazó sus dedos con los míos: garras peludas de su disfraz.

La cafetería estaba atareada con padres tomándose un tibio descanso luego de vagar por ahí atrás sus hiperactivos niños durante toda la noche. Tuvimos que esperar a que el reservado del fondo se desocupara.

— ¿Que tomarás? — preguntó Nathan.

— Chocolate caliente con todos los adictivos.

Llevó hasta allí un vaso alto lleno hasta el tope con crema y malvaviscos, con un palillo de chocolate para revolver puesto a un lado. Él se había elegido un café negro.

— No sabes de lo que te estás perdiendo. — suspiré en éxtasis mientras tomé un sorbo de la pegajosa mezcla de malvavisco con jarabe de chocolate.

— Creo que posiblemente esté recibiendo el mismo placer de observarte a ti. — tomó su café. — Sé que es una cita barata perdona por ello.

— Seeh, ya me conoces: estoy sentada aquí calculando cuánto gastaste. La próxima vez espero caviar en un restaurante cinco estrellas. — dije con sarcasmo, a lo que él sonríe de lado.

— Puedo estirarlo hasta una hamburguesa en el comedor si estás con hambre.

Le quité una de las patas. — No seas tonto. La próxima va por mi cuenta. Mantengamos esto equitativo.

Me acarició la palma de mi mano, enviando toda una serie de hormigueos danzando por mi espalda.

Me sonroje.

— No me importa compartir la cuenta, pero prefiero pagar por mis citas. No creo que me guste si tú pagaras por mí.

Me reí. — Te criaste con los hombres de las cavernas, ¿cierto?

— Somos cinco hombres en casa contando a papá, y a mamá la tratamos como una reina, así que se podría decir que si.

Caminamos de regreso por las ahora mucho más tranquilas calles. Los picos nevados de las montañas resplandecían bajo la luz de la luna, las estrellas se veían como blancos alfileres en el cielo negro, tan distantes pero profundamente brillantes.

— Me hacen sentir tan pequeña. —  dije, imaginando toda la distancia entre la más próxima de ellas y nosotros.

— Siento ser el que te lo diga, Grace, pero tú eres pequeña.

Hija De NarcotraficantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora