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El mayor de los problemas a medida que se acercaba el fin de semana era cuánto de todo el asunto de la emboscada debían conocer mis padres. Como madre, Karla estaba a favor de contarlo todo; yo estaba en contra, sabiendo que ellos inmediatamente me prohibirían ir y cancelarían la reunión; alertando a los Kelly de que estábamos tras ellos. Kyle estaba de acuerdo conmigo; al final se decidió que debía hablar con mis padres acerca de la posibilidad de que aquellos que estuvieron involucrados en el secuestro puedan aún encontrarse por allí, sin mencionar específicamente a María Toscana Kelly.

« La bruja que era parásito.»

En la noche del viernes, mi último día antes del viaje, me acurruqué junto a Nathan en el sofá en casa de los Benedict mientras él miraba béisbol. Tenía un brazo alrededor mío, y el otro sumergido en el balde de palomitas de maíz. Todo el resto de la familia había desaparecido, a sabiendas de que Nathan quería
este momento a solas conmigo antes de enviarme a Las Vegas en la mañana.

Más interesada en estudiarlo, que en los misterios del béisbol, eché un vistazo de reojo a la curva de su cuello, a la línea de su quijada, y a la curvatura de su nariz.

¿Cómo alguien podía ser tan descaradamente…bueno, la única palabra que se me venía a la mente era “ardiente”? No parecía ser justo para el resto de nosotros, los estúpidos mortales. Pensé que él estaba demasiado enganchado enel juego como para notar que lo estaba estudiando, pero estaba equivocada.

Él comenzó a reirse.

— ¡Grace, estás siendo cursi otra vez!

— ¿Es cursi lo mismo a lo que los ingleses llamamos sentimentalista? — fruncí mi ceño.

— Supongo. — se encoge de hombros.

— Pero me gusta admirarte.

— Estoy tratando de mirar béisbol aquí es, algo así como la búsqueda de lo sagrado.”

Me acurruqué más cerca. ¿Por cuánto tiempo sería capaz de seguir haciendo esto? — No te lo estoy impidiendo.

— Lo estás haciendo. Puedo sentir tus ojos sobre mi cara casi tanto como si me estuvieras tocando.

— Tienes un lindo rostro.

— Bueno, gracias, Señorita Grace.

— No hay de qué, Sr. Benedict.—  esperé un momento, luego susurré — Y ahora se supone que digas: y el tuyo tampoco está para nada mal.

Quitó la atención de la pantalla para mirarme. — ¿Hay un guión para esto? ¿Qué, en Romance 101? ¿Vampire Diary o esas series raras que vez?

Lo miré mal y luego eleve una ceja con suspicacia. — Un cumplido demanda otro en respuesta.

Frunció el ceño pensativamente.

— Bueno, entonces, Señorita de mi corazón, usted tiene una muy bonita... Oreja izquierda.

Le arrojé un puñado de palomitas de maíz.

— ¿Lo estropeé? — preguntó inocentemente.

— Sí, lo hiciste. — definitivamente el romance no era  lo de Nathan.

Quitó las municiones de mi alcance, elevó sus piernas sobre el sofá y me recostó encima suyo, de modo que yacía con mi cabeza sobre su pecho, y nuestros pies tocándose. Tracé pequeños círculos sobre su pecho, disfrutando de sus escalosfríos de placer. Él era tan diferente a mí, fuerte en lo que yo siempre había sido débil.

Hija De NarcotraficantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora