❥ Capítulo 39

1.5K 74 0
                                    

—Te he echado de menos, Kope. El viejo mostrador de préstamos no es lo mismo sin tu dotada presencia para la tecnología —le dijo Mike.

—Gracias... —respondió Carolina.

Estaban reunidos en el vestíbulo de entrada, donde había sido convocado todo el personal para un ensayo de la entrega del premio de los Young Lions. La de Margaret era la única ausencia. Ya le había dicho a Carolina que no tenía intención de asistir a la gala. «Nunca salgo de casa después de las siete y media de la tarde. Y la gala ha perdido su brío desde que falleció el señor Astor.»

—Y justo aquí, entre estas balaustradas, pondremos la mesa para solicitar nuevos socios —comentó Sloan.
Llevaba un vestido de lino azul marino ceñido en la cintura y un collar de perlas. El pelo le caía suelto sobre los hombros y, rodeada por el grandioso vestíbulo, nunca se la había visto más imponente y hermosa.

Carolina se la imaginó desnuda y esposada, mientras Agustín le daba azotes en el culo...

—Carolina, ¿te aburro? —preguntó Sloan con los brazos en jarras.

Ella se dio cuenta de que todo el mundo la estaba mirando.

—¿Qué? Oh, lo siento. No he oído la última parte.

—He dicho que Michael y tú estaréis en la mesa de los nuevos socios. Ya sé lo quisquillosa que eres con tus tareas, Carolina, pero deja que te recuerde, que os recuerde a todos, que atraer a nuevos socios es un objetivo vital en este evento.
¡Dinero, dinero, dinero! El amor de la gente por los libros no logrará que superemos esta crisis.

«Como si supieras algo del amor a los libros», se dijo Carolina.

Y entonces la vio. La mensajera tatuada estaba atravesando las puertas centrales.

«Oh, no», pensó Carolina.

Se dio la vuelta con la esperanza de que no la viera. Quizá la chica dejara el paquete en el mostrador de devoluciones. Quizá uno de los estudiantes en prácticas le firmara el albarán de entrega. Se tapó la cara con la mano, pero sintió cómo Mike le daba unos golpecitos en el hombro.

—Creo que tienes visita —anunció.

—Chist —le advirtió.

Pero Mike chasqueó los dedos y le hizo señales a la mensajera con la mano.

—¿Qué estáis haciendo? —preguntó Sloan, interrumpiéndose en mitad de una frase para fulminarlos con la mirada.

—Ah, hola, estás aquí. Hoy me lo has puesto fácil —comentó la chica, mientras se acercaba.

Carolina sintió que los veinte empleados allí reunidos, más el grupo de miembros de la junta, se volvían para mirarla cuando la mensajera le entregó un sobre. Horrorizada, apenas pudo sostener el bolígrafo para firmar.

—Hoy no tengo que llevarme nada, ¿eh? —comentó la mensajera.

Caro negó con la cabeza, deseando que Sloan continuara hablando en vez de mirarla fijamente y convertir aquello en un espectáculo.

—Gracias. Que vaya bien. —Caro no estaba segura, pero le pareció que la chica dedicaba una mirada coqueta a Mike. Se preguntó si, en un momento dado, su compañero se había armado de valor para hablar con ella, después de todo.

Se metió el sobre debajo del brazo. Temió que Sloan la hiciera abrirlo, como una profesora severa, para dar ejemplo de lo que había que hacer con alguien que interrumpía la clase. Por suerte, lo único que se ganó fue una mirada de disgusto.

—Uno nunca se aburre contigo, Kope —murmuró Mike.

(***)

Carolina cerró la puerta del retrete y se apoyó en ella. Antes de que pudiera abrir el sobre, oyó que alguien más entraba en el baño. Tiró de la cadena para enmascarar el ruido del papel al desgarrarse.

❥ La Bibliotecaria • Aguslina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora