Un simple giro de la muñeca podría marcar la diferencia entre golpear a alguien y cortarlo. Al menos, eso era lo que Agustín le había dicho.
De pie en el dormitorio de él, con las botas negras altas, el corsé bien ceñido, con unos guantes negros de piel hasta el codo, Carolina sostenía la fusta y se sentía poderosa, a pesar de que lo único que estaba azotando era la almohada. Volvió a golpear.
—No debes dar con la punta. Si golpeas a la persona sólo con el extremo, dejará marcas aunque no desgarres la piel —continuó Agustín.
Estaba sentado en una silla de respaldo alto al otro lado de la habitación, dirigiéndola como el Francis Ford Coppola del sadomasoquismo.
Se acercó y le cogió la vara.
—¿Es de nailon o de fibra de vidrio? —preguntó.
—No tengo ni idea.
—Vale, inténtalo de nuevo. —Volvió a su asiento. Carolina levantó el brazo y golpeó de nuevo la almohada.
—Mejor —dijo—. Y recuerda que la fuerza del impacto la determina la rapidez con que descienda la fusta, no cuánto músculo apliques.
—No tenía ni idea de que esto fuera tan complicado —comentó ella.
—Requiere algo de esfuerzo y reflexión —le explicó sonriente—. ¿Qué? ¿Pensabas que todo era diversión y juegos para mí?
Carolina golpeó la almohada una vez más.
—No sé si has sido muy precisa en ése, podrías haberle dado más en la parte superior de los muslos que en el culo. Tienes que fijarte en eso.
Ella lo miró.
—Es una almohada. ¿Cómo puedo saber dónde está un trasero imaginario?
—Lo reconozco, este ejercicio tiene ciertas limitaciones. —Se levantó de la silla—. Creo que es hora de que pasemos a un escenario diferente.
Carolina se emocionó. Esperaba que la llevara a la Habitación para poder verla por una vez. Pero entonces se fijó en que tenía las llaves del coche en la mano.
—¿Adónde vamos?
—Haremos una salida de campo.
(***)
Si el club tenía un nombre, Carolina no lo vio fuera. Dentro, estaba demasiado oscuro para ver mucho.
Se había cambiado de ropa y se había puesto algo más normal, aunque Agustín le había advertido que no estaría vestida mucho tiempo. El club tenía una estricta política de «ropa interior o menos» y había que entregar la ropa en la entrada.
Carolina se había mostrado reacia, pero Agustín le aseguró que, una vez estuviera dentro, llamaría más la atención si iba vestida que si se dejaba llevar y pasaba desapercibida entre la multitud. Tenía cierta lógica, pero aún tenía mal sabor de boca por la aventura en el Jane Hotel y no estaba por la labor de «dejarse llevar». Sin embargo, la mujer de la puerta, de unos cuarenta y cinco años, no parecía en absoluto intimidatoria y cuando le indicó a Carolina que le entregara la ropa con tanta educación y naturalidad, ella cedió. No pudo evitar sonreír al ver a Agustín desnudándose hasta quedarse sólo con el bóxer.
—No había caído en que la política de «ropa interior o menos» te incluiría también a ti —comentó.
—Estoy por la igualdad, nena —replicó.
Aunque la noche había dado un giro inesperado, realmente se sentía ya más cerca de él. Y estaba impaciente por ponerse con la sesión fotográfica antes de que la dinámica entre ellos volviera a cambiar a una de incertidumbre o antes de que simplemente ella perdiera el valor.
ESTÁS LEYENDO
❥ La Bibliotecaria • Aguslina.
Fanfic❥ Meterse a la historia para conocer la sinopsis. ❥ HISTORIA ADAPTADA.