❥ Capítulo 43

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Carolina apoyó el pie en el lateral de la bañera. La espuma llegaba casi hasta arriba. Inspiró profundamente y disfrutó del agua caliente con olor a lavanda.

Agustín había sabido exactamente qué hacer cuando regresaron a su apartamento. La ayudó a quitarse el conjunto Morgane Le Fay, la envolvió en una suave y enorme toalla y la llevó de inmediato al cuarto de baño, donde la dejó sola para que se relajara.

No sabía cuánto tiempo había estado en el agua. Tenía las manos y los dedos de los pies arrugados. Se sentía relajada y nerviosa al mismo tiempo. Y estaba cansada de estar sola.

Le dio a la palanca con el pie para vaciar la bañera. Se levantó, un poco mareada al principio, y se envolvió en una toalla blanca. Se secó la nuca y se soltó el pelo para que le cayera sobre los hombros. Cuando se miró al espejo, vio que se le había corrido el perfilador y el rímel con las lágrimas. Usó una toallita para limpiárselos lo mejor que pudo.

Entró sin hacer ruido en el dormitorio.

—Pensaba que no ibas a salir nunca —le dijo Agustín con una sonrisa.

Se había cambiado. Llevaba un bóxer blanco y una camisa de un azul intenso desabrochada y con las mangas dobladas. A Carolina le encantaba con camisa, cómo se le rizaba levemente el pelo por detrás, sobre el cuello. Estaba tan desgarradoramente guapo que hacía que todo lo que había estado pensando en la bañera le resultara mucho más difícil.

Vio las dos copas de vino blanco en la mesita de noche. Agustín, que había seguido su mirada, cogió una y se la tendió.

—Gracias —le dijo.

Estaba frío y seco y, en ese momento, le pareció lo mejor que había probado nunca.

Él se sentó en el borde de la cama y ella se acomodó a su lado y se volvió levemente para poder mirarlo a la cara. Cuando le sonrió, Carolina casi perdió el valor al ver aquellos hoyuelos. Pero no se permitió acobardarse.

—Agus, aprecio que hayas organizado todo esto para solucionar el problema de confianza en nuestra relación. Pero lo que ha sucedido esta noche... Así no vamos a aprender a confiar el uno en el otro. Ni a conocernos. Al menos, no del modo que yo deseo.

—¿Qué tienes en mente? —le preguntó de aquel modo burlón tan propio de él.

—Te pusiste furioso porque no te dije que era virgen, por no desvelarte la verdad sobre mi experiencia sexual. Pero tú no me cuentas la verdad sobre tu pasado, tu historia, tu vida.

—Por supuesto que sí —protestó—. Y ya te dije que sentía que Sloan...

—Esto no tiene nada que ver con Sloan. Al menos, no respecto a eso. ¿Conoces a Margaret, de la biblioteca? Me habló de tu madre.

La sonrisa de él desapareció.

—¿No es un poco mayor para andar con cotilleos?

—No estaba cotilleando. Nos vio salir de la sala la otra noche. Supongo que sintió que yo debería saber algo sobre el hombre... con el que estoy saliendo.

—Pero no te dijo nada sobre mí, ¿verdad? Te habló de mi madre.

—Vamos. No actúes como si no supieras lo que intento decir. ¿Por qué no me contaste toda esa historia? La noche de mi cumpleaños, estuvimos hablando sobre lo que nos preocupaba de nuestros padres y tú no dijiste ni una sola palabra del tema. ¿Por qué?

—Porque, como ya te dije respecto a Sloan, no tiene nada que ver contigo.

—Pues yo digo que sí tiene que ver. Si no hablamos sobre cosas reales, ¿cómo podremos confiar el uno en el otro? El sexo espectacular no es lo que hace que una relación funcione.

❥ La Bibliotecaria • Aguslina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora